Me entero por el ABC de Sevilla que acaba de morir a los 85 años de edad Pilar Burgos, Se le había concedido la Medalla de la Ciudad en 2014 en reconocimiento a la mujer empresaria sevillana, siendo por entonces alcalde Juan Ignacio Zoido. Pilar era hermana del periodista Antonio Burgos, y éste presumía de ser hermano de zapatera e hijo de sastres. Y puesto que de mujeres escribo, me gustaría hacer una puntualización sobre el traje blanco que lució la reina consorte española en la misa inaugural del pontificado de León XIV en el Vaticano. Reconozco que vestir de blanco es un privilegio concedido a las consortes de monarcas católicos, y que tal derecho lo pueden llevar a cabo esas mujeres excepto en las misas de réquiem. Ese derecho del uso de ropa blanca incluye en este caso a la princesa Charlene de Mónaco, a la gran duquesa María Teresa de Luxemburgo, a Paola y Matilde de Bélgica y a Sofía de Grecia. La mantilla o el velo tampoco son obligatorios desde el Concilio Vaticano II. Esa forma de vestimenta es una concesión histórica a las monarquías que mantuvieron su fidelidad a la Iglesia Católica durante la reforma de Lutero, que era tan agustino como el actual papa, por cierto. Pero esas son cosas de protocolo que a nadie interesa. Día llegará en que las monarquía pasará al olvido, como sucedió con los siete reyes etruscos de Roma. ¿Alguien se acuerda de ellos? Con la que está cayendo en el mundo, y cuando China, Estados Unidos y Rusia están por la labor de repartírselo como si de una herencia de novela costumbrista se tratase parece raro que, como sucedió en la Edad Media, una familia que representa una dinastía alcanforada encarne la identidad nacional de un país casi de opereta. Ningún mandatario de esas tres potencias mundiales citadas estuvo presente, al menos que a mí me conste, en la misa inaugural del fraile agustino convertido en Papa con el placet tácito del Espíritu Santo, es decir, de León XIV, donde, por cierto, sólo asistieron al acto religioso luciendo uniforme militar y banda de Paternina unos monarcas europeos que para Xi Jinping, Trump y Putin son lo más parecido a esos reyes del libro de las cuarenta hojas desencuadernadas de don Heraclio Fournier, el rey de oros de los naipes de casino.
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