Un pastor de ovejas, al que conocí hace muchos años, me comentaba que “pasada la virgen de septiembre (no sé a qué virgen se refería, aunque supongo que al ramillete de vírgenes que con diversos nombres tienen su fiesta el 8 de septiembre) el tiempo cambiaba a peor”. He notado que es cierto, que tenía razón aquel tipo. Ayer tuvimos un domingo de tormentas; y, en algunos puntos, también de inundaciones. Es difícil luchar contra los meteoros, como bien sabía Mariano Castillo y Ocsiero, que vendía como churros su ‘calendario zaragozano’ y que todavía puede encontrarse en los quioscos. A la muerte de Mariano Castillo en 1875 siguió con los pronósticos uno de sus hijos. En la actualidad, los autores de ese calendario son los hermanos Luca de Tena quienes han heredado los derechos de la publicación, trabajan con los datos que les proporciona el Observatorio Astronómico de Madrid y, no sé, qué quieren que les diga: se ha perdido la gracia. No es fácil hacer previsiones a largo plazo. De cualquier manera se intuye que lloverá en Valencia cuando veas al presidente de esa Comunidad, un tal Mazón, entrar en “El Ventero”, o ir a Murcia. En octubre pasado se desataron las riadas y el tremendo drama cuando ese señor no se encontraba presente en los lugares del diluvio valenciano; ayer, que también diluvió, tampoco. Había ido a Murcia, donde hubo una reunión de los barones de su partido político en torno a su líder, Núñez Feijóo, que es el gurú, el sabio Kalikatres que dice tenerlo todo atado y bien atado para cuando Sánchez se marche, que será al final de la legislatura. Núñez Feijóo carece de programa político, pero es conocedor de cómo combinar la estancia de los que llegan en patera con la concesión de unos puntos, tras haberse inspirado en el carné de conducir. Para ello será necesario, además de entregarles a los advenedizos una manta colorada tras desembarcar, proveerles de una cartulina mensual dotada de 31 recuadros. Y cada vez que alguno de los recién llegados cometa una falta, un guardia de la porra, al que se le habrá provisto de un obliterador parecido al que llevan los revisores de los trenes para picar billetes, se encargará de hacerle un taladro en forma de trébol de cuatro hojas en el escaque del día que corresponda. Y cuando ya carezca de puntos, se le remitirá a su punto de partida conducido por una pareja de guardiaciviles, en el supuesto de que se sepa el lugar de donde zarpó. Y si se desconoce, que suele ser lo habitual, se le podrá dejar a su albedrío en los montes de Beni Said, que se coronan por el collado de Tizzi Azza, para no gastar mucho queroseno con el helicóptero durante el traslado, con el permiso de Mohamed VI, claro, al que en compensación le habremos donado a ese monarca el islote de Perejil, el peñón de Vélez de la Gomera y dos huevos duros.