sábado, 20 de septiembre de 2025

Sobre una cena de Estado


Ya conocemos el menú servido en el 'Gran Salón de St. George's Hall' del castillo de Windsor (para 160 invitados y una mesa de 48 metros con 1452 cubiertos y cinco copas para cada comensal) donde se agasajó al presidente de los  Estados Unidos Trump y su consorte: panna cotta de berros de Hampshire con galletas de mantequilla de parmesano y ensalada de huevos de codorniz, seguido de ballontine de pollo orgánico de Norfolk envuelta en calabacín, con una salsa infusionada con tomillo y ajedrea, y de postre bomba de helado de vainilla con un interior de sorbete de frambuesa de Kent y ciruelas Victoria ligeramente escalfadas. Los platos fueron acompañados de los siguientes vinos con etiquetas de Inglaterra, Francia y California: Wiston Estate, Cuvée, 2016; Domaine Bonneau de Martray, Corton-Charlemagne, Grand Cru, 2018; Ridge Vineyards, Monte Bello, 2000 y Pol Roger, Extra Cuvée de Réserve, 1998. En realidad solo dos platos, cuando en España, en cualquier bodorrio de chicha y nabo se degustan tres. Ignoro quién fue el cocinero responsable de evento y con qué criterio se optó por esos manjares escritos en francés: Panna cotta de berros necesita de los siguientes ingredientes: nata, leche, cebolla dulce, gelatina, perejil fresco berros (que se pueden sustituir con espinacas o rúcula), sal, piñones tostados y aceite de oliva suave. Al berro en España también se le conoce como mastuerzo acuático, y en gallego les llaman brizos. Tiene un sabor ligeramente picante. No se deben confundir con los canónigos. Al bellontine también se la denomina ballotina de pechuga. Se puede guisar de mil maneras diferentes. Y el pollo orgánico es aquel que solo se alimenta de grano, o sea, lo que conocemos como  pollo ecológico, que puede ser de  Norkolk (condado de Inglaterra), de La Alpujarra (entre Granada y Almería) o de Villalba (Lugo) donde crían excelentes capones camperos. El postre, por lo que leo, tampoco fue nada del otro mundo. Pero da igual que la comida fuese buena y abundante que floja y escasa. Cuando se va a una cena de campanillas es conveniente llevar un fondo de estómago para no dar sensación de sentarte a la mesa con apetito insatisfecho.Tampoco sabemos a ciencia cierta si alguno de aquellos invitados, si por comer ciruelas escalfadas se fue más tarde de vareta. Hay ceremonias de Estado donde comer es lo de menos. Allí, en la mesa, se rendían otras batallas.

 

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