El ABC de Sevilla nos recuerda
hoy la tienda de ultramarinos “Casa Marciano”, fundada en 1928 por Marciano
Díaz Vázquez, y el famoso pernil momificado que estuvo colgado en esa tienda
del número 6 de la sevillana calle Lineros durante más de cincuenta años. Tal pernil momificado me recuerda
aquella mano izquierda de Santa Teresa (no el brazo, como se ha contado muchas
veces en diversos medios) que estuvo durante casi cuarenta años en el dormitorio de Franco en
El Pardo. Se conservaba bajo una manopla de plata y decía el dictador que le
traía suerte. Aquella mano tuvo una historia rocambolesca. El 4 de julio de
1583, unos meses después de la muerte de la monja, se procedió a exhumar sus
restos. El cuerpo apareció incorrupto. Uno de los párrocos presentes en la
exhumación, Gracián de Dios, decidió cortarle la mano derecha, entregándola a
las Carmelitas Descalzas de Ávila. También le amputó el dedo meñique, que lo
guardó hasta ser hecho prisionero por los turcos, que se lo arrebataron. Más
tarde lo consiguió recuperar a cambio de entregar unas sortijas y 20 reales de
la época. Años después, la reliquia de la mano incorrupta aparecería en el
convento de carmelitas de San Alberto, en Lisboa. Posteriormente pasó a otro
convento carmelita en Olivais y allí estuvo depositada hasta 1910, año de la
revolución que terminó con Manuel II y la Monarquía portuguesa. La reliquia regresó a
España aquel año. En 1924 fue trasladada desde el desconocido lugar en donde se
encontraba hasta el convento de las carmelitas de Ronda. Con la Guerra Civil, Ronda quedó en
zona republicana y el 29 de agosto de 1936 la reliquia fue requisada. Las
monjas regresaron a Lisboa y en febrero de 1937, al ser tomado Málaga por las
tropas de Franco, unos soldados encontraron la mano en una maleta olvidada
entre las pertenencias del coronel José Villalba Rubio, tras su huida
apresurada. Pero no fue devuelta a las
monjas sino trasladada a Burgos, donde estaba el Cuartel General de los
rebeldes. Franco no dudó en apropiarse de ella. Posteriormente, Balbino Santos,
obispo de Málaga, escribió una carta a Franco solicitando la devolución de la
reliquia en nombre de la comunidad religiosa carmelita. Franco se negó a su
devolución mediante carta escrita por su
secretaría particular: “…he de exponerle –decía el texto- que el Caudillo, que
tiene una acendrada devoción a la
Santa más española y que ha visto palpablemente su constante
protección en todas las empresas de la guerra (se tomó Madrid el día del
natalicio de Santa Teresa 28 de marzo), tiene vivísimos deseos de conservar
bajo se custodia la Reliquia
insigne de la Mano
de la Santa,
para seguir venerándola, al propio tiempo que ruega a la sin par Teresa de
Jesús que vaya poniendo SU MANO (sic) en las árduas (sic) tareas como lo hizo en las de la guerra…”. A
la muerte de Franco la reliquia con la mano izquierda de la santa fue entregada
de nuevo por Carmen Franco al convento de la Merced de las carmelitas de Ronda. Y dicho esto,
sugeriría a Isidoro Martínez, antiguo empleado de “Casa Marciano” y actual
propietario de famoso pernil casi incorruptible, que se lo enviase a portes pagados
a Mariano Rajoy para que lo colgase en su dormitorio de La Moncloa y lo pudiera
trasladar en todos su desplazamientos al extranjero. Se matarían dos pájaros de
un tiro: le daría suerte al político, que buena falta le va a hacer; y se
fomentaría la Marca España,
enseñándole a los colegas de otros países, incluida Merkel, un jamón momificado
al estilo de los faraones. Un jamón con el que los españoles (que rebuscan en
los cubos de basura) sueñan a diario con la misma fijación que tenía Carpanta
con un pollo asado.
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