Ayer, sin ir más lejos, hacía
referencia al cuerpo incorrupto de Teresa de Ávila y el modo en el que fue
troceado. También decía que la mano izquierda momificada de la santa permaneció
junto al dictador Franco desde que el 29 de agosto de 1936 fuese requisada en
convento de las Carmelitas de Ronda; y que, en febrero de 1937, al ser tomado
Málaga por las tropas de Franco, unos soldados encontraron la mano en una
maleta olvidada entre las pertenencias del coronel José Villalba Rubio, tras su
huida apresurada. Pero la reliquia no fue devuelta a las monjas sino trasladada a Burgos, donde
estaba el Cuartel General de los rebeldes y que Franco no dudó en apropiarse de
ella. Pues bien, hoy, 1 de octubre, día en el que la Iglesia Católica recuerda a santa
Teresita de Lisieux, fue también la fecha en el que durante todo el
franquismo se recordó en las escuelas la
“Exaltación de Franco a la
Jefatura del Estado”. En efecto, por decreto del 24 de julio
de 1936 se formó la Junta de Defensa Nacional. El 21 de septiembre de
1936, la Junta
de Defensa celebró su primera reunión en una finca del ganadero Antonio Pérez
Tabernero, en Muñodono, a unos 30 kilómetros de Salamanca. Asistieron los
generales Cabanellas, Dávila, Mola, Saliquet, Valdés y Cabanillas, Gil Yuste,
Franco, Orgaz, Queipo de Llano y Kindelán y los coroneles Montaner y Moreno
Calderón. Se produjo una votación y todos, menos Cabanellas, aceptan la
necesidad del mando único. Kindelán, con el apoyo de Mola y de Orgaz,
propusieron a Franco. Todos aceptaron, con la abstención de Cabanellas. Franco
mandó hacer llegar al general Dávila y Mola que no deseaba el mando mientras
existieran fisuras entre sus compañeros. Franco dirigía en Toledo las
operaciones para la liberación del Alcázar, que tuvo lugar al anochecer del 27
de septiembre. Todo Cáceres se reunió frente al Palacio de los Golfines de
Arriba, y Franco hubo de salir al balcón. Allí Millán Astray y Yagüe le
proclamaron Generalísimo y anunciaron que al día siguiente sería elegido para la Jefatura suprema. Y
ese día, ya liberado el Alcázar, se celebró la segunda reunión en el campo de
Salamanca con los mismos asistentes. Gracias a Mola, los otros dos posibles
aspirantes, Cabanellas y Queipo de Llano, cedieron a favor de Franco. Se
celebró entonces la segunda y definitiva reunión. El 29 de septiembre,
Cabanellas firmaba el decreto para designación del mando supremo que se
publicaría en el Decreto número 138 en el “Boletín” del día siguiente, 30 de
septiembre. En la mañana del 1 de octubre, Franco salió al balcón de la Capitanía General
de Burgos y dirigió una arenga al pueblo que le aclamaba. Por la tarde, firmó
el Decreto número 1, por el que se organizaba el Ejército rebelde en dos
regiones: la del Norte, al mando del general Mola; la del Sur, que incluye la
provincia de Badajoz, a las órdenes del general Queipo de Llano. Por esta ley
también se creaba la
Junta Técnica del Estado como organismo ejecutivo de la Administración,
para la que se responsabilizaba al general Fidel Dávila. Ya por la noche, pronunció por los micrófonos
de Radio Castilla de Burgos otro discurso que mereció los elogios del rector de
la Universidad
de Salamanca, Miguel de Unamuno. Cuatro días más tarde, el 5 de octubre, Franco
fijaba su cuartel general en el palacio episcopal de Salamanca, y nombraba al
general Cabanellas inspector general del Ejército. En el palacio de Anaya, el
general Millán Astray y el escritor Ernesto Giménez Caballero, montaron los
Servicios de Propaganda. Y ese mismo día, Franco ordenaba al jefe del Ejército
Norte, general Emilio Mola, el avance sobre Madrid.
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