Ya se conoce el autor del
discurso olímpico de Ana Botella. Se trata de Terrence Burns, lo escribió en
Londres, es norteamericano y dice ser especialista en discursos olímpicos. Pues
el bueno de Terrence se ha lucido. Para mí que ser especialista en discursos
olímpicos es como ser probador de escabeches, o probador de bidés. Ahora me
gustaría saber cuánto cobró el especialista por escribir aquello de “relaxing
cup of café con leche” que dijo Botella en Buenos Aires sin despeinarse una
ceja. Eso, en todo caso, debería haberlo dicho Alberto Ruiz-Gallardón, que,
además de tener las cejas muy pobladas, es el verdadero artífice del faraónico
gasto madrileño que ahora deberemos pagar todos, o sea, los madrileños y los
que somos de provincias, que algo de ese gasto olímpico habrá corrido por
cuenta de los Presupuestos Generales del Estado, en esa ensoñación más propia
de Luis II de Baviera que de unos españoles a los que nos clarea la raspa de
tanta sopa de conventos. Pero aquí, según parecer, nadie es responsable de
nada, nadie dimite de su cargo político ni nadie se avergüenza de hacer el
ridículo más espantoso. Lo del Hilton lo pagará el maestro armero, como los
“yintonis”, los vuelos, los cócteles y el resto de las gabelas, que fueron
abundantes. “Tengo miedo al avión / también tengo miedo al barco, / por eso
quiero saber lo que debo hacer / pa’cruzar el charco. / Será maravilloso /
viajar a Buenos Aires/ sin necesidad de tomar el barco o el avión / sólo
caminando en bicicleta o autostop…”. El especialista en discursos olímpicos, el
señor Burns, se olvidó tomar el “Fosglutén" o confundió esa toma con
otra de “Laxén Busto” y la cagó del todo. Esas cosas no hubieran pasado de
haber hecho el discurso Pedro Arriola, el marido de Celia Villalobos, que para
eso es sobrino de Juan Ramón Jiménez y en su día supo dar en el clavo cuando le
escribió a Aznar aquello de “¡Váyase señor González!”. Pero no, Ana Botella
prefirió encargar su discurso olímpico a un anglosajón y los resultados no
pudieron ser más catastróficos. Tampoco hubiera fracasado Botella de haber
encargado el discurso a García Margallo que, como dice lo que se le ocurre
aunque no sea de su competencia, igual hubiese producido risa en el comité
olímpico y hasta nos hubiese beneficiado. Nunca se sabe. Pero el discurso de
Terrence Burns en boca de Ana Botella ha sido como el corte de la mayonesa en
un examen culinario. Vamos, un desastre que sólo beneficiará a Esperanza
Aguirre, que permanece silente y expectante sobre una rama del madroño a la
espera de acontecimientos, es decir, a echarle a Botella un pulso por la Alcaldía.
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