Tiene razón Antonio Burgos hoy en
ABC, cuando hace referencia al sincorbatismo. De aquel “los rojos no usaban
sombrero” hemos pasado “a Zarzuela no se va sin corbata”, referido a los
periodistas que acudieron a la rueda de prensa de Rafael Spottorno que debía
informar sobre la salud del Rey. Spottorno, con aquel tapiz detrás, parecía la
estampa de un mayordomo de película de Hitchcock sobre fondo de una cortina de
cretona. Todavía hay quien entiende que a determinadas reuniones, aunque
ejerzas de don Tancredo, se debe ir de corbata, de la misma manera que a la
playa se debe llevar el albornoz, a ser posible de color granate como hacía el
marqués de Casa Riera en la playa de Zarauz. Un albornoz que debió ser la
herencia a su hija Mercedes, “la mayor, más paciente cariñosa y atenta de los
14 hermanos”, si hacemos caso a María Eugenia Yagüe (“Crónica”, suplemento
dominical de “El Mundo”, 15/6/08). Escribía Yagüe, digo, que Mercedes de Mora y
Narváez visitaba a su padre cada mañana y le llevaba fresas de Aranjuez y un
chocolate negro especial, el favorito de la familia. De nada sirvió tanto
cariño y sincera devoción. Don Gonzalo, hermano de la reina Fabiola de Bélgica,
murió en octubre de 2005, a
los 87 años, y cuando se hizo público su testamento, de la cuantiosa herencia
familiar a Mercedes sólo le quedó la legítima”. Bueno, la legítima, el albornoz
de la playa de Zarauz y alguna concha de
berberecho en sus bolsillos. Pero a lo que iba. En la nota de prensa posterior
de ABC se decía –y así lo cuenta Burgos- que a la rueda de prensa “habían
asistido 110 periodistas de 70 medios. Algunos periodistas y cámaras tuvieron
que aguardar a la puerta a que les enviaran corbatas y chaquetas para poder
acceder a Zarzuela. Algunas prendas llegaron por mensajero”. No se dice nada
sobre si hubo que llevarles pantalones grises, que casan bien con todas las
chaquetas, calcetines negros y crema
“canfor” para dar lustre a los zapatos. Queda bien eso de guardar las formas,
que ya ni en los “telediarios” se cumple a rajatabla. A Zarzuela, de soltera
La, no se puede ir vestido de mercadillo, con barba de varios días, vaqueros
raídos y zapatillas blancas de “adidas” con la parte de atrás vuelta, como si
fuera el cuello de una gabardina solo que tapando el talón. Esas prendas hay
que dejarlas para otra ocasión, como sucede con la chamarrilla de cuero que
Letizia usa cada vez que sale de
concierto con sus amigas. Hasta Marcelino Camacho se quitaba el cuello vuelto
del jersey y se ponía corbata anudada cuando era recibido por el Rey. El
problema de hoy es que las nuevas generaciones, pese a ser las mejor
preparadas, no saben hacerse el nudo de la corbata ni encuentran el libro de
instrucciones para lograr el nudo simple, o el doble, o el Windsor, o el medio
Windsor, o el pequeño, o el de mariposa, o el ascot, o el shelby, o el four in
hand, o el grammichele, o el cape knot, o el trinity, o el truelove, o el pratt, o el eldredge, etc. Hay
más variaciones de nudos corbateros que posturas en el Kamasutra. Habrá que
empezar a vender en las tiendas de moda las corbatas ya anudadas y con una
discreta gomita, como aquella que nos prestaban en la mili a las que, sin que
nunca supiese la razón, obligaban meter su punta entre el cuarto y quinto
botón de la camisa, conforme al reglamento.
Si no se le ocurre algo a Isidoro Álvarez, pronto venderán corbatines anudados en las
tiendas de los chinos, que lo mismo te fríen una corbata que te planchan un
huevo frito.
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