A nadie se le escapa que, por
causa de la crisis económica, en España aumenta el consumo de pan (por cierto,
de una masa incomible) en detrimento del consumo de carne y de pescado. Cambian
los hábitos alimentarios, disminuyen los restaurantes y aumentan las bocaterías
(palabra no registrada en el DRAE) y los “fast foods”, que son
esos lugares en los que te sientas donde puedes con una hamburguesa y una
“coca-cola” sobre una bandeja y casi siempre cerca de un maleducado que
eructa, se estira perezosamente y jamás se quita de la cabeza una gorra con la
visera en la nuca. No cabe duda de que se ha acrecentado el consumo de latas de
sardinas, casquería, alas de pollo, patatas, pastas y aceite de semillas, y se
han reducido considerablemente las ventas de aceite de oliva, ternera, pescado
y fruta. La deficiente alimentación actual ya queda muy distante de aquel
“milagro” contenido en la dieta mediterránea y que tantos beneficios produjo en
nuestra salud. Seguir falsos mitos alimenticios, abusar de la bollería
industrial y de un excesivo consumo de refrescos endulzados y la carencia de
variedad en los productos en la mesa, harán posible que España sea un país de
obesos e hipertensos a corto plazo. Digo más, a este paso pronto dejarán de
tener utilidad los cubiertos y el mantel. Volveremos al uso exclusivo de los
dedos, como en la Edad
Media. Tristemente, a día de hoy, muchos niños sólo hacen una
comida de fuste al día: la que reciben en los comedores escolares, eso sí,
aquellos que pueden costearla a lo largo del curso académico. Otros niños, como
consecuencia de los recortes en servicios públicos y la falta de recursos para
vivir con un mínimo de dignidad, se han tenido que dar de baja en esos refectorios
y limitarse a llevar al colegio, además de los libros, un “tupper” con la
comida de casa sin que en demasiados casos, por desgracia, se tenga mucho en
cuenta el equilibrio nutricional. En España, si hacemos caso a los datos que
ofrece Cáritas, hay en la actualidad entre 3 y 4 millones de ciudadanos que
pasan hambre y un importante número de ellos se alimenta con productos que
extraen de los contenedores de basura de los supermercados. “Aquí –como dijo
Mafo, después de haber cesado como gobernador del Banco de España- se han hecho
muy mal las cosas". Cierto. En gran medida por su negligencia manifiesta. Pero
lo peor de todo es que nadie se ha hecho responsable de ello. Como decía David
Jiménez en su blog, “hemos creado una cultura en la que los mediocres son los
alumnos más populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en la
oficina, los
que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los
únicos que votamos en las elecciones, sin importar lo que hagan. Porque son de
los nuestros. Estamos tan acostumbrados a nuestra mediocridad que hemos
terminado por aceptarla como el estado natural de las cosas”. Pues nada, es lo
que hay. De aquellos polvos (es decir, descuidos, errores y desórdenes previos)
vienen estos lodos.
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