Leo en la prensa aragonesa que ya
no quedan explotaciones de cría de avestruz en esta Comunidad. Dejó de ser
rentable, si es que alguna vez lo fue, al ser un ave muy difícil de mantener
por el precio de los piensos. La carne bajó de precio y las plumas dejaron de
tener utilidad. En España ya no se estila el can-can, donde a las coristas las
plumas de avestruz en forma de tocados les daban un aire majestuoso, de la misma manera que ya no se estilan
las pamelas con plumas de faisán ni de
pavo real ni de gallo león, que les proporcionaban a las damas de baja cama una
distinción y elegancia difíciles de superar; y, por otro lado, nuestros
políticos ya disponen de un gran acopio de plumeros. Pero no hay que
desesperar. En Aragón todavía quedan más de 22.500 explotaciones, entre ovino,
caprino, bóvidos, cerdos, gallinas y équidos, sin contar los panales de abejas,
las 43 explotaciones de caracoles, 24 de ocas, 4 de ciervos, 2 de visones, 1 de
corzos, 1 de esturiones, 1 de zorro rojo y 1 de ranas aunque esté en estos momentos
permanezca inactiva. Como decía un baturro, de lo que tenemos no nos falta de
nada. Bueno, lo de la apicultura no está muy claro. Con las abejas sucede que
hay trashumancia sin necesidad de utilizar cañadas reales ni vías pecuarias,
como acontece con el dinero público. Una abeja obrera puede estar hoy en La Almunia de doña Godina y
dentro de unos días de polizón en el interior de un utilitario picándole a un
vendedor de calzoncillos al detall, o libando la flor gualda de una aliaga en
Solanillos del Extremo, provincia de Guadalajara, de la misma manera que unos
milloncejos pueden estar hoy presupuestados para un parcheado de carretera
secundaria o para un tramo de AVE y mañana aparecer, por aquello de la
trashumancia, en el bolsillo de un tipo de bigote muy bien relacionado con la First Class. El mangazo es el
mangazo, o sea, business are business.
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