A mí alguien con sabiduría
bastante debería explicarme la razón por la que Patronal y Sindicatos comienzan
unas negociaciones para un nuevo pacto
salarial. Las últimas reformas laborales, por lo que se desprende de tales
encuentros, no acaban de ser suficientes. Por lo que parece, digo, “no están
claras las rutas para la recuperación” ni se vislumbra creación de trabajo
estable. Si cree la Patronal
que rebajando los salarios hasta casi la dádiva serán más fáciles las
exportaciones, están listos. Si no se crea tejido empresarial ni se invierte un
celemín en I+D+i España está condenada a ser un país de camareros y asistentes
sociales, considerando que el turismo crece y los dramas familiares también. En
España hay a día de hoy alrededor de millón y medio de Pymes que luchan a
diario, en la gran mayoría de ellas, por no echar la persiana. Y Jesús Terciado, que no es precisamente lerdo,
conoce las dificultades para que estas pymes puedan tener créditos mientras la
banca se dedique a comprar la deuda pública que precisa este Estado monstruoso.
Estamos en un club donde la troika impone sus reglas, que hay que aceptar. No
queda otra. Contener el gasto público en las Autonomías, hacer rebajas fiscales
a las pequeñas y medianas empresas, limitar los coches oficiales y amortizar
las diputaciones provinciales, que sería una importante medida inicial, no está
en la mente de Mariano Rajoy, que optó cuando llegó a La Moncloa por hacer recortes
en Sanidad, Educación, Asuntos Sociales, rebajas de sueldos a funcionarios y
pensionistas y subidas escandalosas en IBI, IRPF e IVA. Y ya se sabe: menos
dinero en el bolsillo de los españoles equivale a un menor consumo, y un menor
consumo corre parejo a exceso de stocks y despidos. Para percibir tal consideración
no hace falta ir a Salamanca.
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