Sólo ha transcurrido un día desde
que los sindicatos movilizaran a los ciudadanos en su afán de justificar lo
injustificable. Hoy, Manuel Llamas, en Libertad Digital pone el dedo en la
llaga y se atreve a decir lo que otros callan. “Le sindicalismo actual
–comenta- es uno de los muchos vestigios que ha dejado en herencia el
franquismo. CCOO
y UGT son tan solo la continuación del aberrante sindicato
vertical que durante décadas marcó los designios
del mercado laboral bajo la dictadura. No en vano el núcleo de su enorme poder
y capacidad de influencia radica en la muy estatista negociación colectiva, modelo por el cual una privilegiada
casta de sindicalistas, miembros de las patronales y políticos imponen, manu militari, las condiciones
laborales al conjunto de los trabajadores, cercenando su capacidad de decisión
y violando el principio de libre contratación, uno de los ejes del capitalismo,
limitando con ello la generación de riqueza y empleo”.(…) “Curiosamente, el
‘fascismo’ que dicen criticar es, sin embargo, el sistema al que se aferran con
uñas y dientes, ya que el sindicalismo patrio sigue dependiendo de forma
directa del Estado, vía subvenciones, convenios, cursillos de formación y el
particular blindaje que les otorga la ley”. Por otro lado, hoy cuenta El País
que “las pensiones subirán sólo el 0’25% hasta 2017”. Si la rebaja fiscal
prometida por el Gobierno es a costa de la pérdida de poder adquisitivo de los
pensionistas y funcionarios públicos, de nuevos copagos y más recortes en
Sanidad y en Educación, se está haciendo un pan como unas hostias. ¿Para qué
sirven las peregrinaciones del Rey a los países árabes? ¿Para vender humo? El
Gobierno que preside Rajoy no disminuye el gasto corriente del Estado sino que
lo incrementa de forma alarmante. La deuda soberana ya supera el billón de
euros. Ahora nos cuentan, aunque suene a zumba, que Interior gastará 350.000
euros en un camión-botijo antidisturbios. Este ministro es capaz hasta de
ponerle una medalla a José Padilla por haber compuesto hace exactamente un
siglo el cuplé “La Violetera”,
donde Raquel Meller cantaba aquello de
“Agua que no has de beber déjala correr/ déjala, déjala”. Sobre este país
zarzuelero, de charanga y sacristía hasta la prensa británica se ha hecho eco
de la Medalla
de Oro al Mérito Policial concedida el pasado 3 de febrero por el ministro
Fernández Díaz a la Virgen
del Amor. Ya antes, en septiembre de 2012, el Gobierno aprobó en Consejo de
Ministros un real decreto por el que se le concedió la
Gran Cruz del Mérito de la Guardia Civil a la Virgen del Pilar. Fernández
Díaz, afecto al Opus Dei, puede rezar todos los rosarios en familia que le
venga en gana a mayor gloria de san Josemaría y darse golpes de pecho hasta
fracturarse el esternón, pero parece una absoluta payasada que se conceda
entidad jurídica a una imagen religiosa, bien sea la Virgen del Pilar, la Virgen del Amor o al Sursum
Corda, no sujetas a derechos ni obligaciones. Cada promesa que hace el Gobierno
de España a la troika en boca de De Guindos es como para echarse a temblar.
Como diría Sáenz de Santamaría, en mi puta vida he visto nada parecido.
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