En referencia a la casi cómica
situación creada en la República Francesa,
que encargó 2.000 vagones por un montante de 15.000 millones de euros y que han
resultado ser más anchos que los andenes, el enfado de la ministra de
Transportes, Sègolené Royal, es manifiesto. Los responsables de los
ferrocarriles franceses, desdoblados en la actualidad en dos entidades
públicas: SNCF, responsable de los convoyes, que es por decirlo de alguna
manera el equivalente a la española Renfe Operadora, y RFF, responsable de las
infraestructuras, las vías y las estaciones y que corre pareja a la española ADIF, ante semejante disparate han optado por
resolver el asunto de la manera más barata y que, además, parece ser la más
eficaz, o sea, gastar otros 50 millones en ampliar la caja de la vía 10 centímetros en
cada una de las estaciones de cada trayecto a fin de que quepan los “obesos”
vagones, según ha explicado Jacques Rapoport, presidente de RFF. En España somos
mucho más prácticos que los franceses. Cuando un capricho del gobierno de
turno, más aún cuando tal gobierno dispone a su antojo del apoyo incondicional
de la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados y en el Senado, no se
adapta a la legislación vigente, en vez de modificar el proyecto para adecuarlo
a la norma, se suele optar por modificar las leyes que lo frenan. En España,
digo, de haberse encontrado el Gobierno en la tesitura francesa que ahora
martiriza a la ministra Royal, se hubiese aprovechado para hacer nuevas todas
las estaciones sin darle importancia alguna al coste añadido. Los españoles ya
estamos tan acostumbrados a los sacrificios impuestos desde el Poder que ni
daríamos mucha importancia al dislate. Y éste, el Poder, nos contaría la
milonga de que había hecho estaciones de nueva planta a precios desorbitados
por exigencias de la modernidad. Y algunos ciudadanos hasta se lo creerían a
pies juntillas. De cualquier modo, comprendan que de algo tienen que vivir,
digo yo, las empresas privadas de construcción civil que supuestamente “ayudan”
ilícitamente al sostenimiento de algunos partidos políticos y, ya de paso, al
enriquecimiento de su tesorero. Porque si no se enriquece su tesorero, que es
el que entrega supuestamente las “bufandas” a determinados personajillos que
manejan El Aparato del Poder, ni es
tesorero ni es nada. Quedarse supuestamente con parte de la pasta gansa que
llega como el maná sin saber de dónde, aumenta el pundonor torero de ciertos
sinvergüenzas redomados, convencidos de que lo hacen todo por la Patria.
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