Los suizos han declinado cobrar
un salario mínimo de 4.000 francos, es decir, 3.270 euros, el doble que
Alemania. ¿Imaginan ustedes lo que pasaría si a los parados españoles les
ofreciesen ese sueldo con cargo al maestro armero? Aquí iba a estar parado
hasta el director de la fábrica de Conguitos, ¡qué digo!, hasta el obispo de
Sigüenza. Las confirmaciones las iba a hacer el cura ecónomo o el encargado de
la catequesis parroquial. Ya se sabe que en Suiza la vida no es barata que
digamos, pero 3.270 euros de vellón es una cifra como para venirse a España de
vacaciones y esperar todos los meses el giro postal helvético sentado en una
hamaca y tomando sangría, eso sí, siempre servida por un camarero español que
cobra 600 euros al mes en temporada alta y que echa más horas bandeja en mano
que las que echaba Jaime Capmany en la máquina de escribir confeccionando
artículos en romance para el ABC. Suiza es un país con 26 cantones que no son
precisamente el cantón de Catagena, donde se hablan cuatro lenguas diferentes:
alemán, francés, italiano y romanche y donde se fabrican los mejores relojes,
chocolates y quesos. También hacen navajas multiuso, que lo mismo sirven para
descorchar una botella de Pinot Noir que para apretar un tornillo del Ikea, de
esos que siempre parece que sobra alguno cuando recibes el “kit” en casa de
algo que parece fácil de montar, pero que más tarde descubres que necesitas
tener la carrera de ingeniero para dar en el chiste. En fin, el lector que
desee saber más de este país que no tiene mar ni falta que le hace, que se
ponga en contacto con Luis Bárcenas, ¡yo sí me pago los trajes!, que parece que
quiere tirar de la manta, esperemos que con más éxito que Luis Roldán, cuando
disparaba desde la cárcel de Brieva con balas de fogueo.
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