Cuenta un periódico digital que
“Torres señala ahora a Felipe VI” en varios correos electrónicos que ha enviado
al juez Castro. “Conocía los negocios de su cuñado”, afirma sin despeinarse.
Bueno, y qué. Conocer los negocios de Urdangarín no significa nada. Torres, con
su ventilador, intenta echar porquería del mundo al otro confín. ¡Que
sinvergüenza! Servidor de ustedes no se considera monárquico ni tan siquiera
juancarlista. Pero no deja de reconocer por ello que el actual Jefe del Estado,
Felipe VI, es persona intachable y merecedora de respeto. Los turbios asuntos
financieros de Torres y de Urdangarín los conocía cualquier ciudadano
medianamente informado. También los medios de comunicación, aunque tardaron en
contarlo por razones que desconozco, quizás por un tácito pacto de silencio
entre colegas debido al alarmante bajo grado de valoración ciudadana que estaba
alcanzando la Monarquía. Sea
como fuere, Torres debe asumir sus culpas y dejarse de pamplinas. No se puede
ir “de listo” y batirse en retirada utilizando fuego de traca con carcasa de
cartón en un vano intento de desprestigiar al nuevo Rey. Es de lerdos suponer
que extendiendo el marco de responsabilidades punibles (desconociendo, según
paece, el artículo 56.3 de la Constitución Española)
reduce la responsabilidad propia. Que cada palo aguante su vela.
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