Cuenta Antonio Burgos en su
artículo de Abc que en Sevilla se han puesto de moda los borsalinos, que no
tienen nada que ver -dice- con “los sombreros italianos de esta marca, de
fieltro y anchas alas, que usaban los gánsteres de Chicago”, y también “el
jipijapa de toda la vida, al que llaman panamá”, pero que los fetén, según
Burgos, no son de Panamá sino de
Ecuador. Todos los días aprendo algo. Y Burgos aprovecha que el Pisuerga pasa
por Valladolid para recordarnos aquel eslogan de una sombrerería de la madrileña
calle Montera que meses después de terminada la Guerra Civil anunciaba tanto en
su comercio como en el Abc aquello de que “los rojos no usaban sombrero”, con
lo que parece ser aumentaron considerablemente sus ventas. Pero los rojos sí
usaban sombrero: Manuel Azaña, Largo Caballero, Companys… Pasado el tiempo,
Fernando Vizcaíno Casas aprovecharía tal eslogan publicitario como título para
un libro de anécdotas. Pues bien, Burgos escribe que “ahora son los rojos los
que lo usan. O al menos la chavalería votante de Podemos”. Burgos, además de su
obsesión por Podemos y por Pablo Iglesias, al que considera el diablo según la
descripción de Gaspar Astete, añora, según se desprende de su pluma, la antiguas
fábricas de sombreros sevillanas de
Carmelo López Palalea y la de Fernández
Roche de la calle Heliotropo de Sevilla, o de la calle Castelar, que no sé muy
bién, y que con el “sinsombrerismo” logró sobrevivir durante algún tiempo
fabricando sombreros para los judíos ortodoxos y los nobles ingleses. Ya
veremos qué será el día que en el que a Burgos le dé por meterse con los
“ninis” de pantalón pirata, gorra con la visera en la nuca y gafas sobre la frente que se nutren a base de
hamburguesas del Mc’Donalds con la calderilla que rascan de los agujereados
bolsillos de sus sufridos progenitores y de las víctimas del sablazo. No te
quiero ni contar…
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