Yo siempre tenía entendido que
los mejores langostinos había que ir a comerlos a Vinaroz, por su calidad y
textura. El secreto parece ser que era debido a las aguas de la costa
mediterránea comprendidas entre el Delta del Ebro y Peñíscola, con poca
salinidad y un clima suave durante todo el año. Pues bien, según leo en Abc, al langostino de Vinaroz le ha salido un serio
competidor: el langostino de Valladolid. No es que en el Pisuerga se críen
crustáceos, que por quedar, ya no quedan ni cangrejos de río. Lo que sucede es
que hace siete años, el noruego Bjorn Aspheim abrió en Medina del Campo una
“granja” de langostinos en 24 piscinas de agua de río con una capacidad de
cinco millones de litros a una
temperatura constante de 28 grados centígrados, todo ello controlado por un
ordenador, a los que añadió una determinada cantidad de sal traída del Mar
Muerto. Ya se han conseguido unidades de color azul metálico de entre 20 y 30 gramos, según sea
pequeño o jumbo (en su factoría maduran ahora mismo un millón y medio de
ejemplares de langostinos blancos del Pacífico, importados de América) que se
sirven a domicilio de martes a viernes con sólo ponerse en contacto con José
Villarrubia, director de marketing, o con su página web (www.gambanatural.es).
Lo que ya desconozco es si las aguas las tomará el noruego Bjorn del río
Zapardiel, que casi siempre está seco. No sé, puede que se aprovechen las
avenidas en tiempos de lluvia o simplemente se procesione a san Antolín junto
al pendón de Castilla depositado en la Colegiata para que las lluvias se produzcan cada
vez que sea menester cambiar el agua estancada.
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