Decía Laín Entralgo, al hacer
referencia a sus paisanos, los aragoneses, que “su virtud esencial es el
sentido común, la sensatez, la cordura prudente de la gente discreta y que su
instrumento en la vida es la lógica”. Nada que objetar. Pero la estructura lógica
de los ediles zaragozanos y la estructura lógica en el cerebro del alcalde
Belloch son parecidas a la estructura lógica de un barbo del río Ebro a su paso
por el Puente de Piedra, por donde pasamos doblados por el cierzo los vecinos
de la margen izquierda cada vez que nos vemos obligados a acudir a la Alcaldía para hacer una
reclamación en la sección de Agua y Vertidos, o la de Cabezudos y Festejos
Populares, que no sé si se llamará así. Ello viene a cuento con unos asientos
sin respaldo colocados cerca de ese peirón de ladrillo que la Asociación de Vecinos
de Arrabal, que no representa casi a ningún vecino, colocó el año pasado con
motivo del bicentenario de la capitulación de los franceses en los Sitios de
Zaragoza. Algo parecido sucede con unos bancos en cuesta en el barrio de Torrero,
y así todo. Es el realismo buscado hasta en la incomodidad de algo, en este
caso unos bancos que tienen por misión permitir poder sentarse. En fin, o
cambiamos de munícipes en las próximas elecciones o muchos ciudadanos
terminaremos con desvío de columna en esta Zaragoza que más que la Inmortal Ciudad parece la casa
magnética.
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