Hoy en El Mundo, Luis María Anson
ha aparecido en su “Canela fina” muy
inspirado con sus evocaciones a Francisco
de Quevedo. “En el nuevo Congreso de los Diputados, los jóvenes rastafaris
de Podemos –señala Anson- parecen decir a los veteranos del PP y del PSOE lo
que Plutón a los aristócratas en la
sátira quevedesca: “Toda la sangre, hidalguillo, es colorada, parecedlo en las
costumbres”. (…) ”El pueblo español contempla el espectáculo de la clase
política, en el esplendor de su radiante mediocridad. Durante las últimas
semanas los políticos nos han conducido al esperpento. Resulta ya claro para
todos que el régimen de la
Transición se ha agotado. Asistimos a la descomposición del
sistema y estamos en la frontera de las zahúrdas de Plutón”. No cabe duda de
que en la época de Quevedo hubo políticos muy corruptos, como el duque de Lerma o el conde-duque de Olivares. Quevedo
utilizó la sátira, “que debe marcar sin hacer sangre”. “Y la risa -como contaba
Bajtín- nunca pudo oficializarse,
fue siempre un arma de liberación en las manos del pueblo”. Rajoy dice tener su fórmula de
Gobierno, el nuevo bálsamo de Fierabrás,
pero no convence a nadie. Como indica Ana
Pardo de Vera en Público, “el
presidente en funciones ironiza sobre quienes se quejan de la situación
económica al mismo tiempo que llegan a España 70 millones de turistas”. Y Rajoy
remata su faena con esta capa revolera: “A lo mejor vienen obligados”. Como
puede observar el lector, esa es la verdadera estética de lo grotesco. En este
país de cornudos, alguaciles, vírgenes, celestinas y traidores a la patria,
todo vale. Cuando yo era niño, en la prensa
anunciaban cursos por correspondencia para saber hacer radios (recuerden
aquella Radio Maymo) o aprender
taquigrafía en siete días. Ahora no. Ahora, digo, lo que prima es saber cocinar
y hacer algún máster en turismo y restauración, o sobre protocolo y cómo
organizar eventos. España es un país de calimocho, camareros y chiringuitos
playeros. Y debemos convertirnos en titiriteros para que los turistas no se
aburran. David Trueba cuenta en El País, (en referencia al Edificio
España y la “espantá” del chino Wang Jianlin, que se lo había comprado al Banco Santander en 265
millones, en junio de 2014, al no permitirle el Ayuntamiento que preside
Carmena hacer su albedrío) que
“Madrid aspira a degradar su almendra central como lo ha hecho Barcelona en la
última década, transformando avenidas tan cruciales para su carácter como el
Paseo de Gracia y las Ramblas en un desfile de franquicias cuya finalidad es
ordeñar al turista y espantar al vecino local, ese estorbo”. Y así nos luce el
pelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario