El diario ABC
cuenta las últimas apariciones de don Juan
Carlos de Borbón como si se tratase de las apariciones de Lourdes. En este
sentido, ese diario madrileño señala sobre el anterior Jefe del Estado que
“aunque con una agenda más reducida, ha realizado varios viajes fuera de España
y ha aparecido por sorpresa en algunos actos como el Rastrillo Nuevo Futuro”. Y coloca, para aquellos lectores que
deseen relamerse en su contemplación, 14 fotografías de sus últimas apariciones
públicas: con César Alierta y Cristina
Garmendia en Buenos Aires; en la misa en El Escorial por el alma del
infante Carlos de Borbón-Dos Sicilias;
con Mauricio Macri, presidente de
Argentina…, etc. A mi entender, el rey emérito (al menos, así le denominan)
puede ir y venir donde le venga en gana, como lo puede hacer mi vecino de
escalera, Rodríguez Zapatero, David Trueba, o la ganadora de la
última edición del programa televisivo “Gran
Hermano” cuyo nombre desconozco. Aquí lo que interesa ahora es saber qué
futuro nos espera a los españoles, es decir, si se hace un pacto a la alemana,
un pacto a la portuguesa, o si volveremos a las urnas para mejorar/empeorar las cosas. En su Astrolabio (diario ABC) Bieito Rubido
señala que “los pactos son
una de las expresiones más nobles y eficaces del sistema democrático. Pero esos
acuerdos son perversos cuando se hacen a espaldas de la mayoría social. No es
lo mismo una alianza amplia y responsable entre PP, PSOE y Ciudadanos que una
olla a presión de once partidos, en cuyo seno se guarecen vocaciones
separatistas y tentaciones totalitarias”. No, no es lo mismo, señor Rubido.
Pero, ¿cómo se resuelve el entuerto? Aquí todos sabemos qué ha manifestado en
la urnas esa “mayoría social”; es decir, los votantes, genuinos dueños de la soberanía
en una Monarquía Parlamentaria. Si los pactos, como así lo entiende Rubido, son
las expresiones más nobles y eficaces del sistema democrático, dejemos que los
acuerdos entre los grupos parlamentarios se produzcan sin la olla a presión de Merkel de por medio. Ya lo dice el
refrán: sarna con gusto, no pica. Como decía al principio, el ciudadano Borbón puede circular a su antojo y
hacer y decir aquello que le venga en gana. Es libre como una alondra, al
haberse liberado del peso de la herencia recibida en su día de Franco. De la misma manera, y pese a
esa reinstauración borbónica impuesta por un dictador desalmado, a los
españoles nadie nos podrá impedir que seamos dueños de nuestro destino.
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