Por F. Tobajas
Gallego me entero de que en el cementerio de Calatayud existe una sepultura
con el emblema de Correos, que señala: “A
la memoria de su infortunado compañero D.
Antonio del Pueyo Medarde, que en el cumplimiento de su deber halló su
muerte el día 23 de junio de 1904, en el descarrilamiento de Entrambasaguas.
R.I.P. Los empleados del Cuerpo de Correos”. Para mí que el accidente
ocurrió un día antes, es decir, el 22 de junio, si hacemos caso a la Comisión de Investigación
de Accidentes Ferroviarios (Ministerio de Fomento) que existe desde 2007 y
donde llevan cuenta de todos los sucesos ferroviarios desde la implantación del
ferrocarril en España en 1848. El primer accidente tuvo lugar el 28 de noviembre
de 1852 en las inmediaciones del kilómetro 4 del ferrocarril Madrid-Aranjuez,
es decir, en Vallecas, entre el Cerro Oscuro y un puente ferroviario por el que
se salvaban las aguas del Manzanares, a la altura de la actual estación de
mercancías de Santa Catalina. En aquel accidente, la locomotora y el primer
coche de la composición de un tren de viajeros que de Madrid se dirigía a Aranjuez
cayeron por un terraplén, resultando muertos el fogonero y el interventor que
prestaban servicio. Ya no hubo otro accidente por hundimiento de puentes hasta 1855,
cuando el puente de la línea Madrid - Alicante sobre el Arroyo Abroñigal,
situado a dos kilómetros de Madrid, se hundió al paso de una locomotora, a
consecuencia de haberse visto afectada su estructura por una fuerte crecida del
caudal de dicho cauce provocada por una intensa tormenta. Los seis agentes que
viajaban en la locomotora fueron arrastrados por la corriente, pereciendo cinco
de ellos. La locomotora acudía en auxilio de un tren de mercancías ascendente
que había quedado detenido en el kilómetro 5 de la línea a causa de hallarse la
vía inundada por la crecida del río Manzanares. Desde aquel accidente hasta hoy
se han producido en los ferrocarriles españoles unos ciento noventa siniestros
con cinco o más víctimas fatales; de ellos, en aproximadamente 85 hubo 10
fallecidos o más, y en unos 35 la cifra de decesos superó la veintena. Pero
tampoco habrá que hacer mucho caso a las estadísticas, casi todas ellas
censuradas en la prensa durante el franquismo. En cualquier caso, el primero de
esos accidentes posteriores aconteció el 7 de octubre de 1863 en la provincia
de Gerona y uno de los más recientes, por el impacto que produjo, sucedió en
Angrois, en las cercanías de la estación de Santiago de Compostela, el 24 de
julio de 2013. Pero lo señalado por F.Tobajas Gallego hacía referencia, y a eso
iba, cuando el puente sobre el arroyo
Pancrudo, situado en el paraje denominado Entrambasaguas y entre las estaciones
de Calamocha y Luco de Jiloca (Teruel), se hundió al paso del correo número 6
de la compañía del Ferrocarril Central de Aragón, que desde Valencia se dirigía
a Calatayud. Los estribos del puente (un pequeño pontón de 12 metros de largo y 4,5
de altura) se vieron socavados por la corriente del arroyo crecido a causa de
una tormenta y cedieron al paso del convoy. La locomotora del tren y varios
coches cayeron al agua y posteriormente la mayor parte del tren se incendió.
Seis personas fallecieron y cerca de una veintena resultaron heridas. Algo
similar ocurriría tres años más tarde (25 de noviembre de 1907) cerca de
Cambrils (Tarragona), cuando el puente de ferrocarril Valencia-Tarragona se
desplomó sobre la riera de Riudecanyes al paso del expreso Valencia-Barcelona,
cayendo todo el tren al río. Murieron 15 personas y 51 resultaron heridas de
diversa consideración. Ya no hubo más hundimientos de puentes hasta el 30 de
agosto de 1947, cuando se hundió uno en la línea Santander-Mediterráneo, entre
Clarés de Ribota y Villarroya de la
Sierra (Zaragoza), al paso del tren correo Soria-Calatayud.
Cayeron al agua el furgón postal y un coche de tercera clase. Murieron 14
viajeros, casi todos ahogados, y otros
60 resultaron heridos. Pero, de entre todos los casos que conozco, el más
curioso, aunque no menos tétrico, tuvo lugar cerca del barrio de Oreiti,
(Álava), cuando un automóvil modelo “Biscúter”, en el que viajaban seis
personas, fue arrollado en un paso a nivel por una locomotora que circulaba
aislada. El vehículo fue arrastrado más de seiscientos metros y todos sus
ocupantes resultaron muertos. Y digo que me parece el más curioso porque no acierto a comprender cómo
un “Biscúter” de la época podía transportar a seis personas. No termino de
entenderlo.
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