Ahora resulta que un columnista del diario ABC de Sevilla cuyo nombre omitiré, por
la vergüenza que me produce leer sus columnas, cuenta a sus lectores cómo ha de
comportarse el ciudadano cuando es recibido en La Zarzuela (“ese chalé
buenecito, aunque en Sotogrande o en Guadalmina los hay mejores”) por el Rey. Eso tiene arreglo, que el Rey se
vaya a vivir al Palacio de Oriente. Tanto el chalé buenecito, como él dice,
como el Palacio de Oriente corren por cuenta de todos los españoles y pertenecen
al Patrimonio del Estado. Y el plumilla,
lacayo hasta la grosería, convertido de pronto en jefe de Protocolo del as de
espadas, o del marqués de Carabás, señala al que leyere su recuadro cómo
debemos comportarnos ante el Rey en caso de audiencia: “Cuando entre Su
Majestad, usted se cuadra y da un taconazo. Y si le ofrece la mano para
dársela, usted se la da, al tiempo que inclina la cabeza. ¿En su pueblo de
usted no dan ‘la cabezá’ en los pésames de los entierros? Pues eso mismo debe
usted hacer. Y si le invita a sentarse, se sienta. Y si no, permanece en pie
hasta que él lo diga. Y si le pregunta, usted contesta. Y si no, hasta que él
no hable, no abra la boca. No trate de hacerse el gracioso dorándole la
píldora: "Qué bien va este año su Atlético de Madrid, ¿eh,
Majestad?". Mejor que "Majestad", déle el tratamiento de
"Señor". Y por supuesto le habla en tercera persona. Sepa que el
"usted" está terminantemente prohibido ante el Rey. Ah, y lo más
importante: de lo que le diga el Rey, usted, chitón. Es de muy mal gusto y de
ninguna lealtad ni respeto andar contando lo que le dicho a uno el Rey. Así que
al terminar la audiencia no me vaya a ir por ahí diciendo que si el Rey patatín
y patatán”. Vale, quedamos enterados. Si el Rey
nos recibe algún día en Palacio,
que no creo, daremos un taconazo como el que dio Juan de Borbón a su hijo Juan
Carlos el 14 de mayo de 1977, cuando cedió los derechos dinásticos y dijo
aquello de “por España, todo por España”, ja, nos pondremos firmes, inclinaremos la cabeza
hasta dar con la frente en la moqueta y esperaremos a ver si nos invita a
sentarnos y todas esas cosas tan aburridas. Como se hace, supongo, frente a la cursi Reina
de Inglaterra. A mi entender, en una
Monarquía Parlamentaria, como es nuestro caso, la soberanía reside en el
pueblo. Y el Rey es un servidor público. En consecuencia, frente al Rey hay que
adoptar una postura de respeto, no por el hecho de ser el Rey, que también,
sino por ser el Jefe del Estado. Pero no hay que doblar la cerviz ni dar
taconazos (“como corresponde al laconismo milita de nuestro estilo”, en frase
de José Antonio) ridículos. A ese
plumilla habría que decirle que los españoles no necesitamos que venga a darnos
clases de urbanidad ni a recomendarnos, es un suponer, “El hombre fino”, manual
completo de cortesía y buen tono, aumentado con las reglas de educación y
decoro para las señoras, traducido del francés al castellano por don Mariano de Rementería y Fica (
Tercera edición. Imprenta del Colegio de Sordomudos, Madrid, 1837). Y si viviésemos
ahora en ese año de aquel siglo, le recomendaría al plumilla sevillano que lo
buscase en la Librería de Cuesta, frente a las Covachuelas.
Pero como ello resulta harto complicado,
puesto que ya estamos en el año 16 del siglo XXI, puede pedirse una edición facsímil
a la Editorial Maxtor, de
Valladolid. El plumilla sólo acierta cuando escribe: “Pero como en España no
hay paladar para las tradiciones de la Corona y además nadie enseña estas cosas, pasa lo
que pasa”. Y si pasa lo que el plumulla dice que pasa, ¿qué pasa? Estos días,
el Rey recibe a los líderes de los principales partidos políticos en un intento
de buscar a la persona idónea que pueda formar Gobierno, como señala la Constitución. Por
lo tanto, cada líder político que asiste a despachar con el Rey debe dar su
opinión sin necesidad de tener que esperar a que el Rey pregunte. Un diputado
en ejercicio no debe ser un convidado de piedra. Y no veo yo, por lo que
muestran los medios informativos, que tales diputados den taconazos prusianos
ni inclinen la cabeza ante el Rey como dice el plumilla que se practica en los
entierros. Ya está bien de decir chorradas.
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