lunes, 15 de febrero de 2021

El cobro de "el barato"

 


En las historias de costumbrismo local existía “el cobro del barato”. El Diccionario de la RAE hace referencia en una de sus acepciones define al baratero a aquel individuo que de grado o por fuerza cobraba el barato de los jugadores. Y en otra de sus acepciones, en adjetivo desusado, hace referencia al individuo engañador, tramposo. En ese sentido, me referiré a un blog de Sos del Rey Católico que hace referencia al cobro de “el barato”. Ese pago consistía en entregar una pequeña parte de las ganancias obtenidas en el juego a los “mirones” que estaban alrededor de la mesa de juego como “premio” por haber hecho acto de presencia y en recompensa por haber traído buena suerte al jugador. Ello me recuerda lo sucedido en las llamadas “subastillas”, que tenían lugar cuando un particular, o un estamento oficial, decidían poner en venta lotes de chatarra o los enseres metálicos obsoletos del establecimiento. A aquellas “subastillas” acudían diferentes chatarreros que supuestamente debían pujar al alza por los lotes que se ofertaban. En realidad, todos ellos sabían de antemano que lo más importante de todo era bajar la puja al máximo posible. Y entre todos ellos existía de antemano el acuerdo expreso de que sólo uno se haría con los lotes. Pero todo tiene un precio. A cambio, los chatarreros que habían acudido a aquel “barateo” sin intención de pujar sino por ver “qué caía” tras el consenso recibían una compensación económica de aquel trilero con pintas que había conseguido alzarse con el santo y con la peana. En julio de 1832, en “La Gaceta de Grazalema” (Cádiz), existe un  aviso de precaución a los vecinos ante la llegada de un “baratero” a ese tranquilo pueblo. Martín Zubeldía Inda, que tomó el nombre de Gumersindo de Estella al tomar los hábitos de fraile capuchino (bien conocido en Aragón por haber dado asistencia espiritual a más de 1.700 presos republicanos fusilados en las tapias del cementerio de Torrero) contaba en su libro “Biografía del Venerable Padre Esteban de Andoain (Pamplona)” que todavía en 1890, tanto por la Ribera del Ebro como por la zona central de Navarra,  existía la ominosa figura del baratero. También existen unos versos (“El baratero”) de Manuel Bretón de los Herreros, que comienzan: “Al que me gruña lo mato/ que yo compré la navaja…”. En 1849 (Imprenta de don Alberto Goya) apareció en Madrid un  librito anónimo que llevaba por título “Manual del baratero, o arte de manejar la navaja, el cuchillo y la tijera de los gitanos”. Era un manual de 53 páginas que enseñaba a manejar la navaja o la tijera de esquilar, o la forma de aplicar el “nudo vizcaíno” al modo que lo hacían  determinados tipos despreciables y sumamente peligrosos, los barateros, que se movían por los bajos fondos de las ciudades y pueblos grandes, muchos de ellos fichados por la Guardia Civil, que habían hecho de la extorsión su modo de vida.

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