martes, 2 de febrero de 2021

Toquemos madera

 

Válgame san Cojoncio la que están montando estos chinos. Primero esparcen la pandemia a la rosa de los vientos, y ahora entienden que la mejor forma de comprobar si estamos o no contagiados es la de que nos introduzcan un hisopo por el ano. En este sentido, acabo de leer un curioso artículo de Manuel Bohórquez en El Correo de Andalucía donde ese columnista comenta: “Si el virus entra por nuestro cuerpo por las vías respiratorias o por los ojos y nos puede reventar los pulmones, ¿qué sentido tiene la prueba anal si cuando sale por el ojete ha andado por todo el cuerpo y ha infectado a sus anchas? La prueba anal,  por tanto, tiene toda la pinta de que nos quieren someter del todo y, además, humillarnos”. Y ese comentarista añade: “No me veo en el Centro de Salud de La Puebla del Río poniéndome en pompa para que un señor o una señora con mascarilla a los que no conozco de nada profanen una parte de mi cuerpo por la que jamás ha entrado ni el bigote de una gamba”. Y se pregunta: “Si el bicho entra por la boca o la nariz y sale por esa parte, ¿qué clase de mascarilla nos van a obligar a ponernos, el modelo corcho o tapón? No sé. Ya puestos, que nos vacunen a los ciudadanos de a pié, a los últimos de la fila, con ese otro invento ruso llamado Sputnik V, que afirman los ensayos que consigue una aceptable eficacia. Malo será que terminemos como la perra Laika en los oscuros tiempos de Jruschev. Confiemos en una vacuna eficaz que nos conduzca a la normalidad, provenga de Rusia, de Colorado o de Lituénigo, en la diócesis de Tarazona. Y mantengamos la esperanza de que el hisopo que los chinos desean aplicarnos por vía rectal sea una especie de bastoncillo de laboratorio y no un hisopo litúrgico como los utilizados para bendecir animales el día de san Antón. Que aquí todo lo hacemos por lo grande.

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