Válgame san
Cojoncio la que están montando estos chinos. Primero esparcen la pandemia a
la rosa de los vientos, y ahora entienden que la mejor forma de comprobar si
estamos o no contagiados es la de que nos introduzcan un hisopo por el ano. En
este sentido, acabo de leer un curioso artículo de Manuel Bohórquez en El Correo
de Andalucía donde ese columnista comenta: “Si el virus entra por nuestro
cuerpo por las vías respiratorias o por los ojos y nos puede reventar los
pulmones, ¿qué sentido tiene la prueba anal si cuando sale por el ojete ha
andado por todo el cuerpo y ha infectado a sus anchas? La prueba anal, por tanto, tiene toda la pinta de que nos
quieren someter del todo y, además, humillarnos”. Y ese comentarista añade: “No
me veo en el Centro de Salud de La Puebla del Río poniéndome en pompa para que
un señor o una señora con mascarilla a los que no conozco de nada profanen una
parte de mi cuerpo por la que jamás ha entrado ni el bigote de una gamba”. Y se
pregunta: “Si el bicho entra por la boca o la nariz y sale por esa parte, ¿qué
clase de mascarilla nos van a obligar a ponernos, el modelo corcho o tapón? No
sé. Ya puestos, que nos vacunen a los ciudadanos de a pié, a los últimos de la
fila, con ese otro invento ruso llamado Sputnik
V, que afirman los ensayos que consigue una aceptable eficacia. Malo será
que terminemos como la perra Laika
en los oscuros tiempos de Jruschev. Confiemos
en una vacuna eficaz que nos conduzca a la normalidad, provenga de Rusia, de
Colorado o de Lituénigo, en la diócesis de Tarazona. Y mantengamos la esperanza
de que el hisopo que los chinos desean aplicarnos por vía rectal sea una
especie de bastoncillo de laboratorio y no un hisopo litúrgico como los
utilizados para bendecir animales el día de san Antón. Que aquí todo lo hacemos por lo grande.
No hay comentarios:
Publicar un comentario