jueves, 1 de julio de 2021

La bigotera de Azcón

 


Hace pocos días, el pasado 23 de junio, se instaló “una cosa” que el alcalde Jorge Azcón señaló que representaba a  la Virgen del Pilar, en la Gran Vía zaragozana. A mi entender, aquello era un artilugio con aspecto de bigotera sólo superado, si cabe, por los adefesios que se acometieron en esta ciudad en tiempos de González Triviño. Según las noticias que leo en la prensa aragonesa, “unos desconocidos han vandalizado la madrugada de este jueves parte de las flores y plantas que adornan la estructura” de ese espantajo urbano. ¿A quién se le ocurrió semejante idea? Porque esa especie de “bigotera” sólo podría estar presente en el Museo del Mal Gusto. Dijo D’Ors, cuando fue a dar una charla al pabellón municipal de una pequeña ciudad de provincias y vio un local lleno de banderitas y farolillos de papel, que “lo cursi, abriga”. Puede que lo cursi abrigue en un espacio cerrado y destartalado donde la calefacción es escasa o nula. Pero en pleno paseo, en este caso en uno de las más céntricas de la ciudad,  lo cursi no sólo no abriga sino que inquieta a los paseantes que lo transita. Yo no estoy en contra de las imágenes religiosas cuando detentan cierta belleza, bien sea el Sagrado Corazón, en la Gran Vía de Bilbao; el Cristo del otero, en Palencia; o la imagen de la Virgen de la Antigua  a 933 metros de altura  en el monte Txarlazo, en el puerto de Orduña. Pero el extravagante esperpento instalado en la Gran Vía zaragozana, y que pronto llevará el nombre de Don Santiago Ramón y Cajal, se me antoja como poco afortunado. No se trata de poner más cámaras de vigilancia en evitación de futuros atentados contra ese espantajo, sino de hacer desaparecer algo que a muy pocos ciudadanos convence con su estética chusca.

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