domingo, 5 de febrero de 2023

El circo de la España cañí

 


Ya se sabe que cuando se produce un accidente ferroviario en España, la culpa es siempre del maquinista. En consecuencia, cuando los trenes no caben por los túneles la culpa es de Adif, o de Renfe, que, como diría el padre Astete, son dos entidades distintas y un solo ferrocarril verdadero. En España, como digo, existen tres anchos métricos de vías: el español, el europeo y el de vía estrecha.  Como consecuencia de disponer del “ancho ibérico” instaurado por el marqués de Salamanca en 1850, en Hendaya, en 1951 y en 1952 en Cerbère, la compañía Transfesa  hizo unas instalaciones para cambiar del ancho ibérico por otros en estándar en los pasos fronterizos y que sirvió de idea para el posterior cambio de bogies de los coches de viajeros. Como señalaba David Sánchez de Castro el pasado viernes en el diario ABC, “lo que iba a ser uno de los grandes saltos en infraestructuras de Cantabria se ha acabado convirtiendo en una de las mayores pifias que se recuerdan en la historia ferroviaria de este país”. En junio de 2020 Renfe adjudicó a CAF la fabricación de 31 trenes mediante un contrato de 258 millones de euros y dio las medidas de gálibo según los estándares actuales, sin tener en cuenta que las vías del tramo Asturias-Cantabria (antiguo Feve) son de métrica estrecha y que los túneles están adaptados a esos caminos de hierro desde el siglo XIX. Las actuales locomotoras, en consecuencia, no caben en sus túneles.  Adif no ha dado explicaciones; la ministra Raquel Sánchez  anuncia ceses inminentes en Adif y Renfe; la secretaria de Estado de Transportes, Isabel Pardo de Vera, no sabe en qué agujero meterse ante semejante chapuza; al presidente de Cantabria, Miguel Ángel  Revilla, se le llevan los demonios; y los españoles de a pie, los que pagamos el pato, observamos estupefactos el “Circo de la España cañí”  temerosos de que su carpa se nos venga encima mientras actúan los payasos, o que se pueda abrir la jaula de los leones por tener cerrojos inapropiados. ¿En manos de quiénes estamos? ¡Qué vergüenza!.

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