sábado, 11 de febrero de 2023
Por carreteras secundarias
Aldo
Conway, en un artículo publicado en Eldiario.es cuenta que en
una nave industrial de Molina de Segura, entre una empresa de alarmas y una
gasolinera existente en la carretera hacia Fortuna, está situado el bar El Romeral, que tiene un calendario de Franco en el fondo de la barra. David Gomáriz, dueño del
establecimiento, se siente orgulloso. También ha grabado en los negros
uniformes de sus empleados, casi todos sudamericanos de nación, el emblema de Vox. Señala
Conway que “a las dos y media de la tarde el restaurante está a reventar y no
hay casi mesas libres, y apenas dos o tres huecos en la barra: mesas de cuatro
y de cinco, todos hombres y casi todos parecen venir de trabajar en algún sitio
de la zona, excepto algunos jubilados que orbitan alrededor de las máquinas
tragaperras o que hacen la sobremesa tras el biombo del comedor”. Es
como si el tiempo se hubiese detenido en los años sesenta o principios de los
setenta del siglo pasado. Solo se echa en falta la sinfonola tragaperras, una
puerta en el comedor como aquellas de los salones del Oeste americano, humo de
cigarros farias y un cartel en la pared donde avise “prohibido escupir, cantar, blasfemar y hablar de política”, como los
que había colgados de las paredes en las viejas tabernas de la España vaciada. Son
los restos de la España de Frascuelo
y de María que deberíamos conservar
como un tesoro de oropel para deleite de los turistas extranjeros que se
pierden por carreteras secundarias y deciden parar a comer en una nave de
polígono industrial en un paisaje marrón para ellos inexistente en la “guía de Repsol” que llevan en la guantera. Entre
tantos bares de comida fast food, toparse
de frente con un establecimiento como El
Romeral, en Molina de Segura, nos hace recordar que cuando parece que el
tiempo marcha, vuelve. El alcalde no debe enfadarse con el propietario
de ese negocio, ni tampoco amonestarle por incumplir el pliego de condiciones
de la cantina del polideportivo que atiende por concesión municipal, y donde
también ha colocado emblemas fascistas. Esos jubilados que orbitan alrededor de
las máquinas tragaperras como moscas en un plato con merengues podrían contarnos muchas historias. Lo malo es que
nadie les escucha.
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