La hambruna fue causa de que muchas familias probasen
ciertas hierbas para poder subsistir. La borraja, tan estimada en la zona donde
yo vivo, fue según los viejos diccionarios “una hierba que le comía en Aragón
durante la época del hambre”. Pero épocas de hambre hubo muchas en España. Las
sequías persistentes, el nomadeo, las guerras intestinas, las pandemias y la
falta de recursos hicieron necesario la busca de hierbas para apañar “potajes
de tarro” que engañasen a la oficina de las tripas. Y hubo grandes
equivocaciones, como el consumo de almorta que provocó casos de latirismo. Pues
bien, entre las hierbas de subsistencia, había una que crecía a ras de tierra y
tenía espinas, como los cardos. Más tarde se descubrió que su consumo tenía
efectos diuréticos beneficiosos, ayudaba a la segregación de bilis, contenía diversas
vitaminas y era antioxidante. Me refiero a las tagarninas, cuyos tallos y hojas
son comestibles. En la actualidad, aunque siguen creciendo de forma silvestre
en arroyos y cunetas, ya se cultivan para su comercialización en diversas zonas
andaluzas. Su forma de cocinar es muy parecida a la de los espárragos trigueros
o a la de la borraja. De hecho, las “tagarninas esparragadas” constituyen un
plato tan típico en la provincia de Cádiz como puede ser la tortilla de
camarones, el atún rojo de almadraba, o la “urta a la roteña”. En otros
lugares, como Castilla-La Mancha, donde a las tagarninas les llaman cardillos,
suele ofrecerse en los restaurantes los “revueltos de cardillos con panceta”, y
en Jerez de la Frontera utilizan el guiso de tagarninas para confeccionarel "puchero de berza gitana”. Para hacer las “tagarninas
esparragadas” se lavan para quitarle la tierra, se trocean y se dejan cocer
unos minutos. Aparte, se cortan unas rebanadas de pan y se fríen junto a un
diente de ajo. Después, se machaca en el mortero, donde se agregarán una pizca
de pimentón, de comino y de sal. A ese triturado se le añadirá un poco de
vinagre y una cucharada de aceite de oliva hasta conseguir una masa más espesa.
En el paso siguiente rehogan en la sarténlas tagarninas con un poco
de aceite de oliva, y tras un par de minutos se le suma la masa y un poco del
agua de esa cocción. Ya tiernas, se colocan en el plato, se le
añade un poco de pimentón espolvoreado y se pone encima un huevo frito no muy
cuajado. A los lados del plato se suelen colocar unas rebanadas de pan frito
que se habrán reservado desde el principio para tal menester.
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