sábado, 26 de agosto de 2023

Barcas varadas

 


Leo que los hosteleros se quejan al Gobierno por el escaso margen económico que dejan las estancias del Imserso. No sé, nunca he viajado por ese sistema ni tengo intención de hacerlo. Recuerdo cuando una pareja de ancianos que yo conocía, corta de recursos, consiguió pasar unos días en la parte de Murcia, no recuerdo dónde, y regresaron felices, más que por el trato recibido, porque habían tenido la suerte de poder contemplar “dos mares dentro de uno”. Se referían a que habían visto el Mar Menor, al sur de Valencia, la albufera española de mayor extensión  que sirvió de inspiración para las mejores novelas costumbristas de Vicente Blasco Ibáñez, y que actualmente sufre las consecuencias de malas prácticas medioambientales, algo que el novelista nunca pudo prever que sucediera en sus mejores tiempos, mientras descansaba en su casa de la playa de la Malvarrosa, y antes de que, según leí en la biografía publicada por la fundación que lleva su nombre, escrita por José L. León Roca, “su memoria fuese borrada, sus libros prohibidos, su familia perseguida y sus bienes incautados. Las obras realizadas hasta ese momento en el mausoleo fueron destruidas y el solar donde se asentaba, en un lugar privilegiado del Cementerio municipal, fue utilizado años más tarde para construir el crematorio. A pesar de todo ello, sus restos se conservaron, y reposan en la actualidad en un nicho ordinario, casi anónimo, en el cementerio civil de Valencia”. Murió en Menton (Francia) en 1928, un día antes de cumplir 61 años. Y allí permanecieron sus restos hasta que se trasladaron a España en 1933. Fue entonces cuando los valencianos se echaron a la calle para recibir en procesión cívica, encabezada por el gobierno de la República, su féretro,  llevado a hombros por los pescadores del Grao. Junto a la playa de la Malvarrosa se encuentra el barrio del Cabanyal, donde todavía existen muchas casas que sirvieron de morada a marineros pintados por Sorolla.

 

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