Nos pasa por ir de listos

 

Que España sea el tercer país de la Unión Europea con más fraude alimentario es algo que debería preocuparnos. Lo de las denominaciones de origen en los vinos ya es de libro. Como muestra, un botón. Una bodega de Valladolid ha alertado a las autoridades de un posible fraude de miles de botellas de vino “Verdejo” falsificadas, tanto en su contenido como en su etiquetado, y comercializadas como DO Rueda. En una bodega ubicada en la provincia de Córdoba se producía la bebida falsificada y su embotellamiento. Más tarde se comercializaban y distribuían en Madrid, Valencia y Barcelona. Algo parecido sucedió en León, donde se desmantelaron en 2021 tres bodegas con etiquetado fraudulento y se incautaron 25.000 botellas, Ese mismo año, el Juzgado de Instrucción número 3 de Reus investigó a la empresa Reserva de la Tierra, ubicada en Borges del Camp (Tarragona), por presuntamente falsificar etiquetas de botellas de vino con Denominación de Origen del Priorat, Montsant  y Terra Alta. Se calcula que el 20 % del vino que circula por el mundo es falsificado e Internet es el lugar perfecto para vender esas falsificaciones. Aquí todos presumimos de ser grandes sumilleres a la violeta y nos las dan con queso en tiendas, bares y restaurantes. Eso nos pasa por ir de listos sin saber por dónde sopla el aire, por no tener educado el gusto y por estar convencidos de que siempre acertamos en la elección de lo que compramos.  Por eso, entre otras razones, yo he decidido beber agua en las comidas. Es más sana que el vino, quita mejor la sed y es más barata. Y el día que me sienta engañado por un fraude alimentario, dejaré de comprarlo para siempre. Las “hojas de reclamaciones” no sirven para nada en este país de turismo cutre y pandereta. Solo hay que ver la cantidad de tipos que venden refrescos y comida en las playas sin ningún tipo de control sanitario. Lo más que pueden hacer los agentes de la autoridad es requisar el producto y ponerles una multa, que nunca pagan. Y así todo.