viernes, 25 de agosto de 2023

Llevapaellas

 


El cerebro de los españoles siempre está en ebullición y no pasa día sin que se patenten adminículos curiosos y de utilidad discutible. Lo último, inventado por una arrocería de Chiclana, es una tapa de cartón de diversas tallas para trasladar paellas a domicilios particulares sin que el arroz se reblandezca en el trayecto. Cuentan que fabrican  60.000 unidades de llevapaellas al año, que se exportan en cajas de cincuenta unidades, que se pueden personalizar con el nombre del establecimiento y que ya se exportan a Inglaterra, Suiza y Portugal. Quién sabe. El tiempo dirá si los llevapaellas tienen el éxito esperado en todo el mundo, o si lograrán detentar la importancia del botijo o de las castañuelas, que no sirven para comer pero animan las jotas aragonesas en fiestas patronales, cuando los ayuntamientos invitan a “comidas de hermandad” a las personas de la tercera edad en grandes y destartalados pabellones. Tampoco sabernos todavía si el invento del llevapaellas será suficiente para el amejoramiento de ciertas seudopaellas hechas en cazuela donde los ingredientes principales, además del arroz, lo constituyen el chorizo, trozos de huevo duro, olivas troceadas, cebolla, guisantes, algún pimiento morrón y caldo de tetrabrik. No es lo mismo arroz en paella que arroz con cosas. El inventor del llevapaellas quizás no ha caído en la cuenta de que en Europa no saben hacer paellas, de la misma manera que no cuajan bien las tortillas de patatas. Normal. No entran en su cultura culinaria, como no entra en la nuestra el “fish and chips”  inglés, o el “sauerbraten”  alemán.  Cosa diferente es que durante sus viajes a España en vacaciones, los turistas de otros países prueben la paella valenciana y les guste, así como la sangría, el gazpacho, el calimocho, o el vino tinto peleón. Si hoy viviese el doctor Franz de Copenhague se haría millonario.

 

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