domingo, 10 de agosto de 2025

A mi entender

 

 

Leo con atención el artículo de Ramón Pérez-Maura (y García por parte de madre) de hoy en El Debate: ”Las bermudas, la falta de respeto y la pésima educación”. Estoy de acuerdo con él en algunas cosa que afirma. Pero también debería saber el señor Pérez- Maura García que se puede pecar por defecto o por exceso. Al señor Pérez-Maura García, por lo que se desprende, le molestan los tatuajes que enseñan los veraneantes ligeros de ropa en los chiringuitos o restaurantes, pero nunca he leído salido de su pluma que le molestasen los tatuajes que llevaba en el antebrazo Juan de Borbón y que enseñaba en las fotos de “Hola” cada vez que salía a navegar en el “Giralda” donde se lo permitía Franco, o sea, fuera de nuestras costas. Tampoco he leído jamás una columna suya donde  criticase la cursilada paleta de la guayabera con gemelos que recientemente lucía el jefe del Estado durante una recepción en Marivent. Los gemelos en la guayabera del rey son, según la revista “Lecturas”, “algo que le otorga un  punto de personalidad al estilismo”. A mi entender, pese a lo que digan las revistas de la bragueta, o Agamenón o su porquero, entiendo que se trata de una cursilada del tamaño de King Kong. Algo que solo podría ser comprensible, si acaso, en la vestimenta de un gañán podrido de dinero en la boda de una hija pazguata en la madrileña iglesia de Santa Bárbara. Durante el tiempo que permanecí en Sevilla, donde el uso de guayabera es muy común en verano, jamás pude ver a nadie con gemelos en la bocamanga de su guayabera, ni a los carcamales que acudían al “Círculo de Labradores” ni a los relamidos niñatos más pijos y engominados de la plaza de Cuba que salían de "Doña Pepa". En el artículo al que hago referencia, el señor Pérez-Maura García dice sus lectores: “Cuenta mi mujer que su padre no se ponía pantalón corto ni para ir a la playa”. Bueno, y qué. A Pérez-Maura García le molestó ver a unos comensales de pantalón corto comiendo a su lado  en el ‘Relais de la Poste’, en Las Landas, un restaurante que cuenta con ‘dos estrellas Michelin ‘ desde 1971 y que, según él, “ofendía  al numeroso servicio impecable, vestido con esmoquin perfecto y a un sommelier con el atalaje más clásico incluyendo un mandilón de cuero con el peto bordado”. Pero, a mi entender, a los dueños de aquel restaurante lo único que les interesaba era si los comensales en bermudas iban a pagar la abultada cuenta. Lo cierto, lo que me molesta, es que con el importe abonado en la factura de Pérez-Maura García y del grupito de bermudas en el restaurante francés una familia corriente podría comer todo el mes. Por lo demás, como si esos clientes con posibles quieren lamer el cuchillo, limpiarse con el mantel la grasa de los labios, tomar la cerveza a morro o llevarse las sobras del salmón del Adur en un tupper.

 

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