jueves, 21 de agosto de 2025

El corte de tarta

 Así conseguirás cortar el pastel sin dejarte la mitad en el cuchillo

 

 Hay situaciones que es necesario explicarlas bien para evitar sobresaltos. Eso sucede con demasiada frecuencia en la hostelería. Así, leo hoy en La Razón un suelto firmado por Víctor López-Alisio donde cuenta que en Ibiza un grupo de comensales fue a un restaurante para celebrar un cumpleaños. Después de comer, pidieron a un camarero el favor de cortarles en porciones una tarta que ellos mismos habían llevado. La sorpresa llegó al pagar la cuenta, cuando se especificaba el añadido de un importe de 27,60 euros por el corte de aquella laminería. En ese diario aparece impresa la nota por un montante de 697 euros, donde, en efecto, puede verse en la minuta el importe añadido por el “trabajo extra”. No lo encuentro abusivo si ello implicó (no se especifica) tener que poner a disposición de los clientes unos platos de postre, los correspondientes cubiertos para su toma, el cuchillo utilizado y la espátula. Es como si en un banquete llevas unas cuantas botellas de cava compradas en la tienda de al lado para que en el restaurante las pongan a enfriar y más tarde las sirvan en la mesa. Parece normal que en “la dolorosa” añadan una cantidad determinada por el “descorche”, es decir, por enfriar y más tarde descorcharlas y servirlas sobre el mantel  en delicadas copas ‘Pompadour’ puestas por el establecimiento de comidas y que, más tarde, deberán fregar, secar  y recoger procurando que por su fragilidad no se rompan. Algunos clientes parece que olvidan que un restaurante es un negocio concebido para ganar dinero. ¿Por qué esos mismos clientes consideran como ‘algo normal’ que les adeuden en su banco una cantidad por el concepto de “mantenimiento de cuenta”? Eso sí que no parece normal. ¿Por qué en sus viajes a Italia nadie protesta cuando le cobran por el uso de los cubiertos, o en Estados Unidos callan cuando les añaden en la cuenta la “obligada”  propina al camarero? Parece mentira, pero hay clientes paletos que todavía están convencidos de que los pájaros maman, o que por más que miran, nunca encuentran la pólvora en los perdigones de las carabinas de aire comprimido. Hay cosas que no entiendo.

 

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