Esto días, con la tragedia de la quema de 400.000 hectáreas (equivalentes a 4.000 kilómetros cuadrados) de monte, arbolado e incluso casas en pueblos, se está hablando en los medios de pérdidas considerables en casas rurales diseminadas por nuestro territorio por la cancelación de muchos ciudadanos que tenían previsto su uso a pupilaje. Pero hay que caer en la cuenta de que una cosa son los daños emergentes (daños tangibles de un bien) que siempre se traducen en pérdidas, y otra muy distinta el lucro cesante, o sea, la ganancia futura que se ha dejado de percibir debido a la misma circunstancia, en ese caso las disminuciones en el negocio de pernoctaciones por esas cancelaciones sobrevenidas. Por ejemplo, si están arreglando una calle por la que difícilmente se puede transitar por las obras y, como consecuencia de ello, disminuye el número de clientes que habitualmente entran en un bar o en una ferretería, existe situación evidente de lucro cesante. Por esa razón existen seguros que cubren esa interrupción temporal en los beneficios del negocio. En los daños emergentes, por el contrario, se tiene que afrontar el dinero necesario que deberá aportar para arreglar los desperfectos de un siniestro sobrevenido. Sea como fuere, donde no hay ganancia la pérdida es segura, salvo en la Bolsa, donde no se pierde mientras no se vendan las acciones. Cosa distinta es que no se acierte con la inversión en un valor a la hora de adquirirlo. También sucede, y vuelvo a los incendios, muchos de ellos provocados, que las comunidades autónomas más perjudicadas (Castilla y León, Galicia y Extremadura), todas ellas gobernadas por la derecha, no aceptan el ‘nivel 3’ (como ya pasó con la dana en Valencia) para que los presidentes de esos territorios no estén obligados a ceder el mando al Gobierno Central en situaciones desesperadas. Pero todos esos reyezuelos de chicha y nabo (políticos a la violeta) a un mismo tiempo y puestos todos de acuerdo piden a Sánchez lo imposible de poder ser concedido; para, de esa guisa, pretender liberarse, aunque sin éxito, de las responsabilidades transferidas, según se recoge en la Ley de Montes (Real Decreto-Ley 15/2022) y en el artículo 148 de la Constitución Española. No cuela. Y Núñez Feijóo, presunto autor intelectual de esa orquestada trama de acoso y derribo al presidente del Gobierno, lo sabe. Lo vimos con Mazón en octubre pasado, y ahora lo vemos con Fernández Mañueco, Alfonso Rueda y María Guardiola, esa mujer que hoy no superaría Geografía en el Bachillerato y que “agradece la ayuda de Checoslovaquia para combatir los incendios” 33 años después de su desaparición como país. ¡Mandan huevos!
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