domingo, 17 de agosto de 2025

Menos elogios y más eficacia

 Fotos del velatorio de Javier Lambán en Ejea de los Caballeros: flores y  banderas a media asta | Imágenes

 

No hay nada como morirse para que al fallecido le lluevan los elogios. Tal es el caso de Lambán, al que ahora le acaban de convertir en el adalid de los destinos aragoneses. Lo dice el refrán: “a burro muerto, la cebada al rabo”. No se puede remediar lo que ya no tiene remedio. A mi entender, Lambán fue un presidente del Gobierno de Aragón muy mediocre, como lo fueron todos los presidentes aragoneses que le precedieron en el cargo desde que España se troceó en 17 reinos de taifas; o sea, desde Juan Antonio Bolea en 1978 hasta ahora. ¿Quién recuerda con nostalgia los mandatos de Marco (ayudado por Gomáriz) Eiroa, Lanzuela, Rudí…, y así hasta 13 presidentes (si incluimos a José María Hernández de la Torre y a Ramón Tejedor Sanz, que fueron presidentes en funciones). Son todos ellos como espectros de un juego de rol donde los participantes interactúan entre sí y con el entorno, donde toman decisiones intentando cambiar el rumbo de una historia casi contada para niños. Pero, ¿de qué historia hablamos? Porque en Aragón no han cambiado mucho las cosas para bien desde la muerte de Franco, la posterior instauración de un Borbón que salió rana puesto a dedo por aquel sátrapa “por la gracia de Dios” y la llegada en tromba de un advenedizo oligopolio de partidos políticos que eufemísticamente dieron en llamar democracia, donde todos no somos ni seremos iguales ante la ley. Si la democracia es “la regla de la mayoría”, ello significa que los intereses de las minorías son ignorados por completo. ¿De qué sirve que el turismo constituya el 13,5% del PIB si los camareros que atienden a esos turistas tienen que dormir en una colchoneta infame en un balcón o en una autocaravana por falta de recursos? ¿De qué sirve un aumento de la población trabajadora -según los registros del Ministerio de Trabajo- si el sueldo percibido es lo más parecido a una limosna? ¿Cómo es posible que hoy los hijos y nietos puedan vivir peor que sus padres y abuelos? ¿Cómo es posible que existan Comunidades Autónomas (que pongo con mayúscula por ser parte del Estado) de primera y de segunda? ¿Acaso un aragonés tiene las mismas prestaciones sociales que un vasco? Ni mucho menos. Conque menos elogios a los expresidentes autónomos difuntos, menos lutos al estilo cañí, menos ayudas públicas a ‘Romaredas’ ahora bautizadas con nombres de banco por mor de los caciques que no dan ni un celemín, menos fantasía al estilo Chueca, más control del dinero público, menos fastos derrochones y, sobre todo, más eficacia, si queremos dejar de ser unos paletos con olor a fritanga de bocadillo de pota. Respecto a Azcón, que no se preocupe. Algún día le llegarán a él también las alabanzas.

 

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