Las grandes empresas están a
favor de agrupar festivos de cara al año que viene. Pero las pequeñas empresas
no. Las cafeterías, los modestos hoteles, las agencias de viajes, las empresas
de transportes de viajeros y, cómo no, hasta las tiendas de “chuches”, saben
que los puentes constituyen un alivio para sus modestos negocios. Nunca llueve
a gusto de todos y cada empresario arrima el ascua a su sardina. Cuenta el
diario Abc que “La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, espera
cerrar antes de que acabe el año un acuerdo para reducir el número de puentes
festivos”. Por otro lado, la prensa señala que 2013 contará con un festivo
menos. No es cierto. Cada comunidad autónoma cuenta con catorce días festivos.
Lo que sucede es que 8 de diciembre, día de la Inmaculada, caerá en
domingo pero se trasladará al lunes. Ahora lo que toca es negociar con los agentes
sociales, la Conferencia
Episcopal y las comunidades autónomas las fiestas de entre
semana y su traslado a los lunes, para evitar los días de puente, salvo
Navidad, la Fiesta
del Trabajo y la Fiesta Nacional
de España. Espero que me digan las lumbreras del Gobierno en qué día de
la semana se habrán de celebrar Jueves y
Viernes Santo. A mi entender lo que realmente interesa a cualquier empresario
que se precie de serlo es el cómputo global de las horas rendidas por cada
trabajador, de acuerdo con cada convenio laboral. Todo lo demás son ganas de
marear la perdiz. En España se trastoca la hora oficial para ahorrar no sabemos
cuánto; el calendario, para que el rendimiento en el trabajo sea mayor; se
quita la paga extra de diciembre a los funcionarios públicos para reducir la
deuda del Estado; y como no hay más cera que la que arde, invitan a los parados
sin ningún tipo de recursos (más de un millón setecientos mil) a tomar el
bodrio, o sea, la sopa de convento. En este país los ricos son cada vez más
ricos, los pobres cada vez más pobres y el Gobierno se troca en más ineficaz
cada fecha que transcurre. Ante esta calamitosa situación, lo mejor será
trasladar seis días de la semana a lunes para que, como sucedió tras la
reconversión industrial de Vigo y el drama de los astilleros “Naval Gijón”,
todos podamos estar tumbados al sol. Los responsables del Gobierno han tomado a
los ciudadanos el número cambiado y manejan como trileros, además de la
mentira, el “truco o trato”, como si cada día fuera Halloveen y Mariano Rajoy ejerciera su vocación de imitar a Jack el de la Linterna.
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