Cuenta hoy Marcello en
República.com que “el activismo de marketing del Rey y la Familia Real, y su
omnipresencia en TVE trae de cabeza al Gobierno, con viajes que no vienen a
cuento y multitud de actos públicos y extrañas visitas, algunas de las cuales
no han salido bien como aquella de The New York Times, la Fiesta Nacional, y
eso del “cuchillo en los dientes”, o la “España para llorar”, etc. El monarca
parece por momentos el ministro de propaganda del régimen actual, y en el
silencio y escapismo de Rajoy se adivina una extraña pretensión del presidente
de ocupar discretamente la “jefatura del Estado”. Está claro que el Gobierno
necesita una crisis en profundidad para cambiar a una vicepresidenta a la que
le viene grande el cargo; y, también, a ciertos ministros “que crean más
problemas que soluciones o que no están a la altura de las circunstancias”. Los
casos de Wert y de Báñez son de libro.
En fin, es lo que hay y esos son los bueyes… Pero hoy, 1 de noviembre, lo que
tocaría es hablar de difuntos, del encarecimiento del IVA en 13 puntos en los
entierros y de todas esas zarandajas del Más Acá y del Más Allá. Pero no lo voy
a hacer. Hago mío lo que cuenta en La Vanguardia la inconmensurable Pilar Rahola: “Sólo sé que cuando acecha cerca
[la muerte] y se lleva la gente que queremos, nos arranca la piel a jirones y
el alma se queda colgada de una percha de dolor, incapaz de volver al cuerpo”.
Pues eso.
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