jueves, 15 de noviembre de 2012

Sobre pensiones




La Gaceta, del Grupo Intereconomía, se pregunta si vale la pena gastar 3.100 millones de euros en subir 33 euros una pensión de jubilación. Y para el jefe de Economías Desarrolladas del servicio de estudios del BBVA,  Rafael Doménech, “actualizar las pensiones es entrar en un círculo vicioso en el que se eleven determinados impuestos para equilibrar las cuentas públicas y después trasladarlo a otras transferencias”. En ese sentido, ese tipo fatuo y de escaso entendimiento “aboga por descontar del cálculo de subida de las pensiones y de los salarios el componente energético y el incremento del IVA en la inflación”. Pues, hombre, 33 euros por catorce pagas equivale a un aumento de 462 euros al año, que es la cantidad aproximada anual que cada pensionista abona por disposición de un Gobierno sin rumbo en las oficinas de Farmacia. Por lo tanto, sí merece la pena que el Estado haga tal desembolso. Por otro lado, el tal Doménech debería saber que los males patrios, en gran medida, son consecuencia directa de los desafueros cometidos por la banca y las cajas de ahorro en la época de bonanza del ladrillo. Hace falta ser cínico, por decirlo de una manera suave, pretender detraer de ese cálculo el componente energético y el considerable aumento del IVA. El incremento anual de las pensiones está contemplado en el Pacto de Toledo.  A los pensionistas me consta que no les regala nada el Estado. Las pensiones de los ciudadanos son un derecho adquirido por los trabajadores cesantes por el tiempo de cotización devengado durante el tiempo que permanecieron dando el callo. Otra cosa son las pensiones no contributivas que, paradójicamente, son las más incrementadas por los gobiernos de turno al considerar que son las más reducidas. Craso error, cuando se trata de un “toma y daca” piramidal y que tal dinero se extrae de la Caja Común de los trabajadores en activo. Para adquirir derechos hay que tener obligaciones.

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