Los sampedrines se han puesto de
moda con motivo de una lápida existente en San Pedro de Latarce, que el leonés Alfonso IX cedió a doña
Berenguela en 1204 y que dos siglos más tarde ya pertenecía a Pedro Álvarez
Osorio, primer conde de Lemos, antecesor de otro conde de Lemos, el séptimo,
Pedro Fernández de Castro, al que Cervantes dedicó los 73 pliegos de la Segunda Parte de El
Quijote. Ello viene a cuento por la última voluntad del músico José María
Bejarano Martín, fallecido en noviembre del año pasado y que dejó encargado a
su familia que, a su fallecimiento, en su lápida quedase grabado a buril: “Montoro. Cabrón.
Ahora ven y cobras”. El sampedrín Bejarano, que años antes de su fallecimiento
había creado la Orquesta
Luz de Luna y amenizaba las fiestas en pueblos de Valladolid
y Zamora, bebía los vientos por el Partido Popular hasta que llegó la subida del
IVA para espectáculos al 21%. Ahí cambió la cosa. Bejarano echó la culpa de tal
subida a Cristóbal Montoro, responsable de Hacienda, pasando de largo a Wert, responsable de
Cultura, que mucho tuvo que ver con el asunto. Tal vez entendió que a Wert ya
le ponían “epitafios” peores en las paredes de las universidades y que
acordarse de él o de su madre en su lápida no pasaría de ser una redundancia.
Se me antoja que Bejarano era un crack. Lo que sucede es que hasta la lápida
pagó el correspondiente IVA y que el músico falleció con 68 años sin apenas
haber podido disfrutar de la correspondiente pensión de jubilación. La banca,
en este caso Montoro, siempre gana.
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