En España “pesa
-como bien dijo Ortega principios de los
años 20- una desapacible atmósfera de hospital. (…) No puede esperarse
ninguna mejora apreciable en nuestros destinos mientras no se corrija
previamente ese defecto ocular que impide al español medio la percepción
acertada de realidades colectivas”. Ya entonces, Ortega se preguntaba la razón
de por qué hay separatismo y movimientos
de secesión étnica y territorial. Los vascos, si hacemos caso a Ana María
Aransay, investigadora del Centro de Investigación Cooperativa en Biociencias,
eran conocidos por sus patrones genéticos diferenciados, similares a los de los
sardos o los orcadianos. Y ahora resulta que otros estudios recientes
demuestran que el genoma de un vasco español se parece más al de un valenciano
o un extremeño que al de un vasco francés. Pero ya Ortega, como digo, afirmaba
que “hablar ahora de de regiones, de pueblos diferentes, de Cataluña, de
Euzkadi, es cortar con un cuchillo una masa homogénea y tajar cuerpos distintos
en lo que era un compacto volumen. Unos cuantos hombres, movidos por codicias
económicas [a mi entender, caso catalán], por soberbias personales [a mi
entender, caso vasco], por envidias más o menos privadas [a mi entender, caso
de ambos territorios] , van ejecutando deliberadamente esta faena de
despedazamiento nacional, que sin ellos y su caprichosa labor [de zapa y
alienación, añadiría yo] no existiría”. Los socialistas apuestan por hacer de
España un Estado federal no sé si lleno
de cantones. Los populares, en cambio, son conscientes de que España “es una
cosa hecha por Castilla” y que, como decía Ortega, “sólo cabezas castellanas [es
decir: Madrid] tienen órganos adecuados
para percibir el gran problema de la España integral”. Claro,
cuando Ortega hizo tales afirmaciones no existía la España de las autonomías
con 17 parlamentos autonómicos y otros 17 reyezuelos campando a sus anchas y
sin nadie que los domeñe. Hoy no sabemos qué diría.
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