De vez en cuando, por aquello de
que la cabra tira al monte, hago referencia a Calatayud. En julio pasado, por
la alegría que me produjo que a José Verón Gormaz le concediese el Ayuntamiento
el nombre de una calle; ayer, “ídem de lienzo” (expresión coloquial que
apareció por primera vez en 1833 durante la Primera Guerra
Carlista, cuando los servicios de Intendencia al hacer relación de las prendas
destinadas al equipo de la tropa las anunciaba de esa guisa: “Guerreras de
paño, ídem de lienzo”, o sea). Digo “ayer, ídem de lienzo” porque leía en
“Calatayud.Org” que a don José Galindo Antón, médico, exalcalde, fotógrafo,
escritor, académico y con rabo de cargos en su currículo que sería largo de
explicar, también le acaba de conceder el Ayuntamiento de la
Muy Noble, Leal, Siempre Augusta y
Fidelísima Ciudad que preside con aseo el urólogo José Manuel Aranda Lassa, una
plaza pública. Y ya que de médicos va la cosa, me gustaría saber si Calatayud
cuenta en su callejero con una calle o plaza dedicada a Santiago Lorén Esteban.
En caso negativo, sugeriría a don José Manuel que se tuviese presente en la
memoria colectiva a ese ginecólogo y escritor nacido en el derruido Belchite y
que residió en Calatayud durante mucho tiempo. Autor de numerosas novelas
(destaco “Una casa con goteras”, premio Planeta 1953, y “La vieja del molino de
aceite”, premio Ateneo de Sevilla, 1984); numerosos ensayos y biografías
(“Santiago Ramón y Cajal”, premio Editorial Aedos, 1956, “Del electrón a Dios”,
“Historia de la Medicina Aragonesa”,
etc.) y varias comedias (“Un muerto para empezar”, estrenada en el Teatro
Principal de Zaragoza en 1962, “La rebotica”, estrenada en el bilbaíno Teatro
Arriaga en 1983, etc.) y que durante la década 1960-70 tuvo en su piso de
consulta la corresponsalía en Aragón del
diario madrileño “Pueblo”. Al ganar el “Planeta” tuvo que someterse a infinidad
de entrevistas para los más diversos medios informativos. Cuando algún
periodista le preguntaba la razón por la
que se había decidido a escribir novelas, siempre contestaba: “Me compré una
máquina para la consulta y como me di cuenta de que era demasiado grande para
hacer recetas, le metí unos folios y salió un libro”.En los “Cuadernos del
Ateneo” (número 7, año 1988) cuenta Lorén: “Esto que parece una broma es, en
cierto modo, verdad. Ocurrió en Calatayud cuando ya llevaba unos años
ejerciendo de toco-ginecólogo. La máquina, una Hispano Olivetti, yacía en un
rincón de mi consulta, sin apenas uso. Una tarde se me ocurrió practicar con
ella cargándola con un folio y empezando a contar las cosas que me habían
pasado desde que empecé la carrera hasta cumplir los cinco años de ejercicio que transcurrían
por entonces. En un folio tras otro fui contando y contando y al alcanzar los
doscientos y pico folios me di cuenta de que ello podía, quizá, constituir
un libro y le envié el tocho a
Janés, editor entonces de los más
conocidos, antecesor con su editorial de la actual Plaza y Janés”. Aquel libro
llevaba por título “Cuerpos, almas y todo eso”, clara parodia al “Cuerpos y almas” de Maxence van del
Meersch. En otro momento, Santiago Lorén cuenta el feliz día que recibió
respuesta de José Janés al original por
él enviado donde éste le prometía la
publicación de su trabajo. “Recuerdo –escribe- que al lado de mi casa en la Rúa de Calatayud [se refiere a
la Rúa de Eduardo
Dato] había una librería [se refiere a la ya desaparecida Librería Perruca] y
parándonos ante el escaparate le decía a mi mujer: --¿Te das cuenta de que
pronto estará mi nombre entre todos esos libros?”. En fin, ya a punto de
terminar este trabajo, me puede la curiosidad y me pongo en contacto con el
Ayuntamiento de Calatayud. Pregunto si la Ciudad tiene una calle
dedicada a Santiago Lorén. Me contesta el funcionario que amablemente me ha
atendido al teléfono que no le consta. A mi entender, Santiago Lorén merecería
estar en el callejero y desde aquí se lo
pido al alcalde Aranda. Se lo merece.
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