Proponer, como ha hecho el PP, a Ana Mato como vicepresidenta de la Comisión de Cooperación
al Desarrollo, me parece un desatino más de ese Grupo Parlamentario, con
mayoría absoluta en ambas Cámaras. Si esa señora no se enteraba de que había un
“jaguar” en su garaje, ya me dirán ustedes cómo va a cooperar al desarrollo.
Además, ¿al desarrollo de qué? Será, si acaso, al desarrollo de los dislates a
los que nos tienen acostumbrados. Mato tuvo que dejar la cartera Sanidad al
verse salpicada por el sumario del “caso Gürtel”, en el que aparece como
partícipe a título lucrativo. Pero esa señora, que no supo cómo actuar frente a
los casos de ébola, abandonó el Ministerio, se sentó en otro escaño un poco más
arriba y, desde entonces, permanece “expuesta” como la custodia de la Catedral de Lugo. Ahora ha
sido premiada con la “pedrea” de un plus de 1.046’48 euros para gastos de
representación, que añadidos a su sueldo de diputada, recibirá 4.730’91 euros mensuales además de su sueldo
de exministra durante dos años. Ana Mato fue responsable de que a los enfermos
de hepatitis C no se les administrase el fármaco Sovaldi por su alto precio, aunque sí había dinero para el rescate
de la banca, para indemnizar a Florentino
Pérez por el cierre del proyecto Castor,
para el rescate de autopistas ruinosas y para derroches a todas luces
injustificables. Hoy leo en El País
que “la Plataforma
de Afectados de la Hepatitis C
ha anunciado que presentará una querella
contra la exministra de Sanidad, que tardó nueve meses en negociar con el
laboratorio Gilead el precio de Sovaldi
para su entrada en la financiación pública”. Según esa Plataforma, “Mato tendrá que responder de 12 muertos
diarios”. Personalmente, nunca he sentido tantos deseos de poder acudir a los
próximos comicios generales. Falta todavía un año para que eso suceda, pero
ardo en deseos de conocer por el resultado de las urnas si es posible, de una
puñetera vez, mandar a los desechos de tienta que nos han caído en suerte al
corral de la historia. Rajoy dice
ahora que la crisis ha pasado. Hace sólo dos días, con ese mismo título (“Rajoy dice ahora que la crisis ha pasado”)
Luis María Anson, nada sospechoso de
ser un cavernícola de las izquierdas marxistas, escribía en su columna de El Imparcial: “la crisis no ha pasado,
como ha dicho el presidente del Gobierno, aunque se hayan despejado algunos de
sus horizontes borrascosos. Y no ha pasado porque la deuda pública resulta
apabullante, ha superado el billón de euros y roza el Producto Interior Bruto.
Solo los intereses de esa deuda gigante suponen una cantidad similar al
presupuesto de todos los ministerios. No, la crisis no ha pasado, aunque las
cosas hayan mejorado considerablemente. Y no ha pasado, no solamente por la
deuda galopante sino porque el número de desempleados continúa por encima de
los cinco millones”. A Ana Mato podría el Gobierno nombrarla mañana embajadora
en Burundi (no sé si allí existe embajada); pero, aunque ello fuese así, nada
cambiaría en la opinión que tengo sobre ella. Se puede ser ministra-florero.
Sobre esa circunstancia, que responda Rajoy. Pero no es de recibo perjudicar a
todo un colectivo, como es el caso de los enfermos de hepatitis C, por el hecho
de resultar caras las medicinas que pueden aliviarles su dolor. Y eso no se lo
perdono a alguien que va a vicepresidir la Comisión de Cooperación
al Desarrollo, pero al desarrollo de los disparates.
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