El cartero y el barrendero ya no
felicitan la Pascua. Porque,
mira, aquí hay que aclararlo todo. No es lo mismo felicitar la Pascua que hacer la pascua.
Tampoco se escriben muchos christmas
para ser enviados a parientes y conocidos. Cada vez menos. Con los parientes
casi ni nos hablamos, salvo en bodas y entierros. Lo de los
conocidos es otra cosa; los conocidos, que ya no lo son tanto, no solían
felicitar la Pascua,
sino “las Pascuas”. Así, por el mismo precio de un timbre postal, y por el
hecho de pluralizar, mataban dos pájaros de un tiro: la Pascua de Navidad y la Pascua de Reyes. Igualito
que pasa ahora con la política de los supermercados: “señora, llévese tres y
pague uno”. Hombre, si se trata de tres escarolas no pasa nada, pero si pagas
un frasco de Sidol llevándote tres, hasta puedes sacarle brillo a los leones del
Congreso, es decir, a Daoiz y a Velarde, y aún te sobra. Además con
Daoiz terminas antes, por ser eunuco. Por otro lado, los sellos postales se han
puesto por las nubes (38 céntimos de euro, equivalentes a 63’23 antiguas pesetas) desde que en Correos
despachan hasta artículos de papelería y sus empleados están a todo menos a lo
que deberían estar. Y no trae cuenta, porque los carteros, a poco que nos
descuidemos, depositan la felicitación en el buzón de casa cuando ya ni queda
turrón ni sidra-champán El Gaitero, famosa en el mundo entero, ni
guirlaches, ni anís Las Cadenas, de
finísimo paladar, ni ese raro resplandor de las lucecitas intermitentes en la
ventana del cuarto de estar, compradas en los chinos cuando todavía quedaba
algo de la paga extraordinaria. También los aguinaldos empiezan a ser cosa del
pasado. Se acabaron los paquetes con botellas y turrones. Y las cenas de
empresa, de haberlas, sólo entre compañeros, a riguroso escote y en un
cuchitril de polígono industrial. También cuestan un Congo, pero, dentro de lo
malo ya te vas esa noche a la cama con la andorga amueblada, que no es poco. En
las empresas el aguinaldo de hoy consiste en recortar la nómina y aumentar las
horas de trabajo. Para más inri, el patrono te hace un favor con las nuevas
medidas de la ministra Báñez, que
tanto confía en la Blanca Paloma para arreglar
el drama paro, cuando éste te informa de que el trabajo es salud, cosa que no
sabíamos. Y en esas estamos; o sea, sin encender la calefacción por su alto
coste, viendo en la tele del Gobierno cómo beben los peces en el río, pintando
los macarrones con rotulador rojo a falta de salsa de tomate y tapados con la
batamanta hasta la línea de las cejas. Y eso que todavía nos queda por delante
la odiosa y monótona letanía de los niños de San Ildefonso, el discurso de Felipe VI (nuevo en esta plaza), la
cena de Nochebuena, la comida de Navidad, la cena de Nochevieja, la comida de
Año Nuevo, los edulcorados valses televisivos desde Viena y los regalos de
Reyes. Como diría Jorge M. Reverte: “¡demasiado
para Gálvez!”.
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