El Banco de España, como ya no
tiene poder de emisión y como banco de banqueros ha demostrado tener un gran
desprestigio en los últimos años, se dedica ahora a hurgar en la herida de los
pocos trabajadores que van quedando en este país, donde más se ha incrementado
la diferencia entre ricos y pobres. Luis María Linde, flamante gobernador de no
sabemos qué, aún no se ha enterado de que la austeridad no es la mejor manera
de garantizar las condiciones del futuro crecimiento. No son los salarios los
que deben rebajarse sino la tremenda Deuda Pública. La austeridad, como todo en
esta vida, hay que saber gestionarla y Rajoy no parece que tenga las ideas
claras. Ha confundido incrementar impuestos para equilibrar las cuentas
públicas con recortar gasto, como hubiese sido lo correcto. Tanto Rajoy, que
preside el Gobierno, como el PP, con mayoría absoluta en las dos Cámaras,
deberían enterarse a estas alturas de la Legislatura que todavía no se han llevado a cabo
las reformas en los mecanismos de rendición de cuentas de los poderes públicos.
Y eso es grave, nada democrático e impensable en un Estado moderno. El
gobernador del Banco de España, a su vez, debería preocuparse de que las cajas
y bancos que recibieron prestado dinero del FROB para su rescate financiero lo
devolviesen sin excusa ni pretexto, puesto que el dinero entregado a esas
entidades mal gestionadas ha sido en detrimento de Sanidad, Educación y
Servicios Sociales. La reforma del artículo 135 de la Constitución
Española, llevada a cabo por el Gobierno de Rodríguez
Zapatero con el apoyo del Partido Popular y de Unión del Pueblo Navarro, fue “excesiva,
innecesaria e inconsistente”. Y eso no lo digo yo, sino José Moisés Martín,
economista y consultor internacional. Ese mismo economista cuenta que “la
precarización de las relaciones laborales, el vuelco en la distribución
funcional de la renta (que situaba en 2013, por primera vez de muchos años, a
las rentas del capital por encima de las rentas del trabajo) el descenso de los
salarios reales acontecido en los últimos años y la erosión de las políticas
sociales debida a la consolidación fiscal presionan a la baja los ingresos de
los tramos medio-bajos de la escala salarial, incluyendo descenso del poder
adquisitivo del Salario Mínimo Interprofesional desde 2011 (que se ha
revalorizado en un 0,6% mientras que el Índice de Precios al Consumo lo ha
hecho en un 5,6%). El efecto neto de este proceso está erosionando el valor del
empleo como vector de inclusión social y de ejercicio activo de ciudadanía
económica”. Pues bien, dicho eso, señalar, como señala el B.de E. que “la dinámica salarial debe seguir apoyando la
recuperación, por lo que la vuelta a incrementos salariales generalizados
supondría un paso atrás que podría interrumpir el proceso de recuperación de la
competitividad de la economía española”, es lo mismo que decía el nefasto Mafo,
más preocupado por no incrementar los salarios de los trabajadores en los
convenios colectivos que por ejercer de árbitro (como era su obligación) en el
desbarajuste de las cajas de ahorro, cuyos
resultados están a la vista. Si la competitividad de las empresas sólo
puede estar ligada a los incrementos salariales, ¡apañadas van esas empresas!
Mire, Linde: trabajar no evita la pobreza. Los mercados perfectos no existen y
en prácticamente todos hay oportunidad para generar monopolios y oligopolios
sin beneficio alguno para los consumidores finales. A usted, a mi entender,
habría que recomendarle la lectura del artículo 35.1 de la Constitución
Española. Veo que no se entera de nada. Pero el yerro no es
del gobernador, o sea, de usted, sino de quién le designó para el cargo.
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