Este es un país tan ingobernable
que resulta imposible saber quién ideo la tortilla de patata. De ella se hace
referencia en un escrito de 1817 dirigido a las Cortes de Navarra donde se
cuenta que por esos años ya se consumía entre los habitantes de Pamplona; otros
autores cuentan lo del general Zumalacárregui
y la necesidad de dar a las tropas
carlistas un plato de fuste; más de uno se la atribuye al cocinero belga Lancelot de Casteau, cocinero de tres obispos de Lieja, que publicó su receta
en 1604; y, por último, Javier López
Linaje, autor de La patata en España.
Historia y Agroecología del Tubérculo Andino, cuenta que su origen se
remonta al siglo XVIII en la localidad extremeña de Villanueva de la Serena, como así está
documentada por Joseph de Tena Godoy
y el marqués de Robledo en 1798. Sea
como fuere, ese sencillo plato quitó la hambruna de muchas generaciones de
españoles, más centrados en las luchas intestinas que en el placer de tomar un
apetitoso y sencillo plato. Quizás, la tortilla de patata, la paella valenciana
y la sangría son las virtudes cardinales de todo español: prudencia, justicia,
fortaleza y templanza. Pero aquí el don de consejo no procede que se le pida al
Espíritu Santo sino a esas amas de
casa que presumen de hacer las mejores tortillas de patata. De todas esas
virtudes cardinales, me quedo con la templanza, para ser moderados y sobrios en
el consumo de ese manjar. La he probado muy buenas, pero me quedo con la
tortilla que hacen en el zaragozano Bar
Circo (Jerónimo Blancas, 4, Zaragoza). Parece mentira que sólo cinco
ingredientes, patatas, cebolla, huevos, aceite de oliva y sal, sean capaces de
conseguir ese milagro. El aceite debe ser de oliva, abundante, y estar muy
caliente, para evitar que la patata se cueza. Y la cebolla habrá que echarla a
la sartén cuando las patatas estén casi fritas. A los tres minutos de haber
echado la cebolla se retirará la sartén del fuego. Al revolver la patata frita
con el huevo batido dentro de un bol, el huevo deberá quedar a la altura de las
patatas y la cebolla. La mezcla no se echará nunca en la sartén hasta que ésta
no esté muy caliente. Y habrá que dejarla dos minutos por cada lado. El
resultado será excelente, aunque siempre habrá algún comensal que aguachine la
fiesta y que asegure que a su madre le sale mejor. El puñetero complejo de Edipo siempre termina por
estropear una auténtica obra de arte, más aún si la tortilla española es
degustada en compañía de unos sorbos de vino tinto del bilbilitano Langa.
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