Estos días estoy buscando, sin
mucho éxito, la diferencia que existe entre los términos “populares” y
“populistas”. Después de mucho indagar en textos de diversa índole, me quedo
con lo expresado por el argentino
Dante
Caputo: “Gobierno popular es aquel que tiene como meta mejorar el bienestar
del mayor número de habitantes y que posee como objetivo, a través de sus
políticas públicas, el bienestar de las grandes mayorías sociales”. Eso, en
cuanto a señalar qué es un gobierno popular. Pero, para intentar comprender qué
sería un gobierno populista habría que acudir a otras fuentes, donde se informa
que el populista “es aquel que busca el apoyo popular a toda costa, aunque la
realidad del ejercicio del poder haga imposible esta medida y aunque la medida
en cuestión no resuelva ningún problema de fondo. El populista intenta halagar
al elector y suele tener buen olfato para oler el aire del tiempo y adaptarse a
los deseos, las esperanzas y las angustias del electorado”. Está claro que en estos
momentos de vacas flacas en España (paro galopante, lanzamientos judiciales y
falta de capacidad adquisitiva de muchos ciudadanos para adquirir productos de
primera necesidad), cualquier lider que brote de entre la bruma, como una seta
campestre después de la lluvia, y ofrezca puentes donde no existe río lleva
todas las de ganar a la hora de arrastrar voluntades. ¿Cómo resistir a esas
manipulación? Supongo que educando al electorado. Pero educar al electorado
sólo se consigue a base de años de democracia consolidada (caso de Reino Unido
o Francia) donde los gobiernos son transparentes a la hora de dar cuenta de
cada euro público que gastan. Y ese no es el caso español, donde una ministra
de Cultura,
Carmen Calvo Poyato,
dijo algo tan peregrino como que “estamos manejando dinero público, y el dinero
público no es de nadie”, o que “un concierto de rock en español
hace más por el castellano que el Instituto
Cervantes”. Este no será un país serio mientras cada día que pasa veamos nuevos
casos de corrupción a todos los niveles del Estado y donde un lerdo, o una
lerda, pueden tomar posesión de una cartera ministerial. Porque, seamos claros:
¡aquí no se salva ni dios! Por eso, cuando lo “popular” ya no mola y lo
“populista” se convierte en esperanza para muchos ciudadanos hartos, se
necesita que el médico se siente con una silla frente al enfermo, como decía
Gregorio Marañón, para observarle de
cerca, por si su aspecto físico pudiese ayudar en el diagnóstico clínico sin
necesidad de auxiliarse con el fonendoscopio.
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