Que nadie vea en la foto a mi
choferesa, que no la tengo. Eso lo dejo para Camilo José Cela y su “Nuevo viaje
a La Alcarria”
con Oteliña, la choferesa negra que vestía de blanco. Tampoco es que se me haya
aparecido en sueños, como le sucedió a él, el fantasma del abate Giovan Pietro Bellori. Lo que sucede,
verán, es que hoy me he acordado de aquel “biscúter” (Bi-scooter) que se presentó en sociedad en la Feria de Muestras de
Barcelona en el ya lejano 1953. Carecía de puertas, ventanillas y marcha atrás.
Y al igual que sucedía con las motos, también se le formaba la “perla”. Podía
conducirse con carné de moto y el material empleado para su carrocería era el equivalente al de dos bidones desplegados. Se
fabricaron alrededor de 12.000 unidades en sus 6 años de vida, la mitad de los
que vive un gorrión, y le dio la puntilla la llegada del “600”. El que lo poseía hacia
ostentación de su aparente posición. Tal como acontece hoy con los
chiquilicuatres metidos a políticos, que no tienen freno ni marcha atrás ni media hostia. Eran
los tiempos del TBO y de la Familia Ulises,
idea del dibujante Benejam, formada por don Ulises, doña Sinforosa, su suegra doña Filomena, sus
hijos: Lolín, Policarpito y Merceditas, y un perro, cuyo nombre desconozco, que
les acompañaba a todas partes. Los recuerdos equivalen a abrir un cajón. Un cajón,
en este caso, cerrado desde la infancia
y lleno de peligros. Es casi como un ataúd de El Escorial, donde reposan las
raspas lo que queda de “Los Borbones en pelota”, que firmara Sem en la revista
“Gil Blas”, pseudónimo de los hermanos Bécquer, poco antes de que un convoy, en
la Estación
de Atocha, mandase al exilio a Isabel, hija de Fernando VII (que en 1830 había
firmado la Pragmática Sanción)
y de su cuarta esposa, su sobrina María Cristina de Borbón-Dos Sicilias. Por
cierto, hay una anécdota que quisiera contar relacionada con el ginecólogo de
Isabel. Corría el año 1857 y la
Reina estaba a punto de parir al que más tarde sería Alfonso
XII. Le preguntó al ginecólogo de palacio, Tomás Eustaquio del Corral y Oña,
si era posible saber el sexo de la criatura. “Varón”, contestó el médico por
decir algo. Tras el parto, y profundamente agradecida por su acertado
pronóstico, la Reina
le nombró marqués del Real Acierto. El galeno rechazó tal ofrecimiento,
alegando que todo había sido fruto de la casualidad. Pero la Reina, muy ilusionada con su
nuevo hijo varón, cambió el Marquesado del Real Acierto por el de Leiva, ya que
el médico era esa ciudad riojana. Ello ocasionó el enfado de Eugenia de
Montijo, entonces emperatriz de Francia por su matrimonio con Napoleón III,
debido a que ella ostentaba el Señorío de Leiva. La reina Isabel se vio
obligada a rectificar y el ginecólogo Del Corral recibió el título de marqués
de San Gregorio, por ser el día del nacimiento de su hijo Alfonso. En fin, lo
de hoy parece una mesa de relojero. Comienzo por el biscúter y termino con una
anécdota de los tiempos de Miaricastaña, o de Mariquilla Sarmiento, que fue a
cagar y se la llevó el viento. Que aquí, como pueden ver, se comienza con la
automoción y se termina haciendo alusión a las cantimploras del caballo de
Espartero; que, por cierto, se llamaba Jaricán. Feliz domingo.
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