Parece normal que si un sacerdote, ya anciano, tiene ocho
parroquias a su cargo, delegue en alguien de su confianza para que los domingos
y fiestas de guardar haga lo más parecido a una misa, salvo la consagración.
Tal es el caso, como cuenta hoy El País,
lo que sucede en la aldea de Frexulfe, en el norte de Lugo, donde Carmen Mandiá se encarga de los oficios
religiosos por delegación directa de José
Antonio Llenderrozos, titular ecónomo de O
Valadouro. Carmen tampoco se reviste con las ropas litúrgicas de la misa
tridentina, o sea, casulla, alba, cíngulo, amito y estola. El manípulo
desapareció con el Concilio Vaticano II. En suma, todo aquello que Santo Tomás decía que “servía para
imponer respeto”. Cada una de esas prendas litúrgicas tiene su significado, como
en otro momento recuerda San
Buenaventura, que consideraba que el Nazareno
llevaba encima todas esas prendas: el amito, cuando los judíos le velaron el
rostro; el alba, cuando Herodes le
cubrió de una vestidura blanca; la casulla, cuando se le puso un trozo de
púrpura; y el manípulo, la estola y el cíngulo, cuando fue atado a la columna.
Todos esos ornamentos sagrados deben ser previamente bendecidos por el párroco
del lugar utilizando las oraciones del Ritual, nunca del Pontifical. Y tales
ornamentos pierden la bendición cuando se deterioran por el uso y cuando se
utilizan para fines teatrales. De la misma manera, las casullas actuales tiene
diversos colores desde Inocencio III, en el siglo XIII, mediante su bula “De
sacro altares misterio” : album, viridis, rubrum, violaceo y nigro, con sus
correspondientes significados, que a partir de entonces sustituyeron a los
colores jacinto, púrpura, azafrán y carmesí del Antiguo Testamento, como se
cita en Éxodo 28, 5-6. Pero a la
señora Carmen Mandiá le traerán, supongo, al pairo tales menudencias
cromáticas. Ella se maneja a la perfección con la ayuda del libro de tapas
anaranjadas “Celebración de la palabra en ausencia de presbítero”, que
lo mismo le sirve para un roto que para un descosido. Carmen Mandiá, a la que
conocen los vecinos de Frexulfe como Carmen do Rego y fuera de allí como la mujer de Manolo de Ramona (por su
marido y por su suegra) se las pinta sola para encandilar a los feligreses con
sus homilías, sermones, reparto de la
comunión y los correspondientes cánticos si fuese menester. Ya lo dijo el padre Laburu: “cantar es rezar dos
veces”. Por cierto, tiempo atrás se encontró en el archivo de la biblioteca del
Santuario de Loyola un centenar de
películas realizadas en formato de 16 mm entre los años 1932-35 sobre prácticas
curativas, bajo el título genérico de “Magia
en el País Vasco”, todas ellas realizadas por José Antonio Laburu Olascoaga, jesuita y licenciado en Farmacia. En
tales filmaciones se cuenta la sanación de aerofagias, dolores de vientre,
heridas infectadas, caspa infantil, mordeduras de serpientes, etcétera, que se
realizaban siguiendo los ritos pertinentes y utilizando las fórmulas
magistrales que él consideraba adecuadas y señalaba, también, antigüedad de las
mismas. Por ejemplo, para curar las heridas infectadas, Laburu recomendaba las
siguientes pautas: “Ante la cama del enfermo, y después de santiguarse, se reza
tres veces el Señor mío Jesucristo y
siete veces el credo, invocando la Primera Persona de
la Santísima Trinidad,
haciendo lo mismo con la
Segunda y Tercera Persona. Total, nueve Señor mío Jesucristos, y veintiún credos. Después se reza un Padre
nuestro a La Dolorosa y
se procede a colocar un emplasto formado a base de manteca, aceite, ajo bien
quemado y un poco de excremento de vaca. El objeto del emplasto es extraer el
veneno de la herida. Cuando existe pus, se punciona por medio de una espina. Las
hierbas que intervienen en el emplasto son hierbas especiales que dan flor
roja, que nacen sobre todo en los sembrados de patata y que en vasco se llaman xangóriya".
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