Me entero por Manuel
Vicent que “según consta en el Boletín Oficial del Estado los profesores de
religión deberán explicar a los niños de primaria la forma de pedir favores a
Dios y mostrar agradecimiento cuando la súplica haya sido atendida”. Veamos: el
Gobierno de España, entonces presidido por Adolfo
Suárez, firmó unos acuerdos con la Santa Sede
en los que se recogía que “todos los planes educativos en los niveles de
preescolar, EGB, BUP y FP, incluirán la religión católica en todos los centros
de educación, en condiciones equiparables a las demás disciplinas fundamentales”. Con relación al
nombramiento de los profesores, se señala en los planes educativos que “es
responsabilidad del obispo de cada lugar velar para que destaquen por su recta
doctrina, por su testimonio de vida cristiana y por su aptitud pedagógica”. La
paradoja estaba servida desde el mismo momento en que Marcelino
Oreja firmara el Concordato en 1979, si tenemos en cuenta que la Constitución declara
a España como un Estado aconfesional. Y otra paradoja es, también, que los profesores
encargados de impartir esa docencia no sufren, como el resto de profesores de
la enseñanza pública, concurso- oposición alguno ni tampoco el máster universitario de profesorado
preceptivo para impartir enseñanza en centros de Secundaria, sino que están “colocados”
en los centros oficiales de enseñanza pública a dedo por esos obispos. Soy
consciente de que el Cristianismo forma parte de la base cultural de nuestra
civilización. Pero, a mi entender, una cosa es explicar la historia de las religiones y otra, muy distinta, adoctrinar en los centros educativos en el
nacional-catolicismo imperante. ¿O no,
Rouco?
Para esa misión, si acaso, ya están las parroquias. Pero la Iglesia Católica y el Gobierno
que sustenta el Partido Popular van más lejos todavía. Ambos pretenden que tal
asignatura, la asignatura de Religión, considerada como una “maría”, así como
su alternativa, sean equiparadas al resto de asignaturas, concediéndoles la
condición de obligatorias, evaluables y
con consecuencias académicas, hasta el punto de poder perder una beca por un
suspenso en esa materia. Bueno, pues llegados a este punto, yo sugeriría al
ministro Wert que se estudiase desde
su ministerio, con la inestimable ayuda de la secretaria de Estado Montserrat Gormendio, actual pareja del
ministro y otra que tal baila (leo en El Mundo,23-11-13, que “su progenitor, que reside en La Moraleja, fijó su
domicilio fiscal en Inglaterra en 1987 y
en 1993 en República Dominicana, que por entonces era conocido como paraíso
fiscal”) una nueva asignatura obligatoria del mundo al otro confín, la de IV Milenio, y que a los profesores
encargados de impartir la materia fuesen elegidos por Iker Jiménez. Así, los alumnos, además de conocer que san Trifón era un santo capaz de
amansar basiliscos o que rezando a san
Antonio se encuentra esa aguja de costura que se ha caído al suelo de
terrazo y no hay dios que la encuentre, también sabrían sobre pasapsicofonías,
ovnis, señoras que aparecen por la noche en una curva, etcétera. Tal asignatura
sería parecida a la que imponen los Acuerdos Iglesia-Estado aunque mucho más
distraída. Como decía Horacio, “prodesse et delectare”, o sea.
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