A veces es importante saber ejercitar actos de humildad y
reconocer que cierta prensa, tomada hoy como el sursum
corda de la vena progresista, no tiene la valentía suficiente como para
enfrentarse de cara al Poder, ejerciendo de contrapoder, denunciando el
desenfrenado gasto público, las diversas corruptelas que ensombrecen el
panorama nacional y la ineficacia actual de ciertas instituciones (léase
diputaciones provinciales, creación de oficinas en cabeceras de falsas comarcas
para colocar amiguetes, etc.) que carecen de todo sentido práctico. Los ciudadanos, en
general, nos sentimos desprotegidos ante ese monstruo llamado Estado que
amenaza de forma solapada con arruinar
al pueblo a base de impuestos hasta límites capaces de hacer temblar los
cimientos de la democracia. En cierta ocasión, el editorial de un diario
madrileño tomado por “conservador” (por quiénes ponen sordina informativa y
alzan dominios reservados y áreas protegidas) indicaba que “la Prensa se desacredita y
acaba hundiéndose cuando abusa de su fuerza, es decir, la complicidad con uno u
otro poder, el tráfico de influencias, las retribuciones subterráneas, el
intercambio de servicios y otras formas sutiles de degradación”. En suma,
cuando un medio informativo está al servicio de un gobierno en vez de estarlo
al de los lectores, se hace un flaco servicio y, cómo no, termina por perder
lectores. Ese mismo diario “conservador” aludido señalaba que “la democracia se
habrá asentado en nuestra nación cuando un diario liberal conservador (ahora no
pongo comillas) no necesite recordar a los liberales y conservadores qué es y
qué no es un periódico independiente”.
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