Lo de Wert me
recuerda el viejo chiste de “¡jodo!”. Había un hombre que caminaba por la acera
diciendo constantemente la palabra “¡jodo!”. En un momento determinado, alguien
se le acercó y le preguntó sobre el porqué de la necesidad que éste sentía para
decir en voz alta constantemente la referida palabra malsonante. Y aquel
hombre, le miró sin pestañear y le contestó resignado y serio: “Ya me contará
usted qué diría si su hija se hubiese casado con un chino y hubiese tenido ayer
un hijo bruno como el tizón". Y el hombre, tras escuchar sus palabras, le espetó:
“¡jodo!”. Pues bien, José Ignacio Wert
acaba de decir ayer que “la única
competencia que tiene el Ejecutivo con respecto de esta materia (Religión), en
virtud del artículo 6 de los acuerdos con
la Santa Sede,
es la de publicar esos currículos en el BOE y que los contenidos de la
asignatura los decide la autoridad religiosa correspondiente”. ¡Ahí es nada! En
este país todas las medidas adoptadas por del Gobierno entran en vigor desde el
día siguiente de su publicación en esa Gaceta. Y dice Wert que esa es la única
competencia del Gobierno. “¡Jodo!”. Estoy de acuerdo con el ministro sólo en
una cosa: “que los tratados internacionales son leyes y las leyes están para
cumplirlas”. Todo vino a cuento con una pregunta del diputado Mario Bedera, del PSOE, sobre “si cree
razonable (el ministro) que el adoctrinamiento religioso sea evaluable en
sistema educativo”. Bedera, en su posterior réplica, confrontó el contenido del currículum de este curso con
el de 2007, siendo ministra Mercedes
Cabrera, al referirse a que en este curso se va a evaluar a los alumnos
sobre la incapacidad de la persona para alcanzar por sí misma la felicidad o
sobre reconocer y comprender el origen divino del cosmos, mientras que en aquel
año se hablaba de las respuestas a las grandes preguntas del ser humano en el
Judaísmo, el Islamismo y Cristianismo, y de relacionar las grandes religiones
vigentes descubriendo sus principales semejanzas y diferencias. Evidentemente
no se da el mismo tratamiento a la asignatura ahora que entonces. En aquellos
tiempos se pretendía intentar dar respuestas, como digo, a grandes preguntas.
Lo de ahora, en cambio, como señaló el diputado Bedera, “la llegada del dogma
al BOE no es casual, porque se ha permitido todo esto con sus modificaciones de
la Lomce, haciendo que la religión sea evaluable, que vaya a contar en la media y que
tenga una asignatura espejo, valores cívicos, que sitúan al mismo nivel la
doctrina científica y la moral”. La causa de la causa es causa de la causa
misma. Decía Einstein que “si
quieres resultados distintos, no hagas lo mismo”. Para que los tratados internacionales
dejen de ser leyes y pierdan su efecto (no hay causa sin efecto ni efecto sin
causa) será necesario que se reúnan ambos Estados, en este caso el Reino de
España y el Estado de la Ciudad
del Vaticano, y echen abajo mediante firma un rancio Concordato que data de
1979 entre el entonces llamado Estado español (como se definía en tiempos de Franco) y la
Santa Sede sobre asuntos jurídicos; sobre
enseñanza y asuntos culturales; sobre la asistencia religiosa a las FAS y el
servicio militar de clérigos y religiosos; sobre asuntos económicos y el
protocolo final; así como los anexos I al IV; y el protocolo adicional,
firmados en doble original en la
Ciudad del Vaticano el 3 de enero de 1979 entre Marcelino Oreja Aguirre y el cardenal Villot. Será la única manera posible de
que los ciudadanos que mantenemos con nuestros impuestos a quiénes intentan
vender el Cielo en parcelas podamos decir: “¡jodo, les ha costado…!”.
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